Tres meses en una embajada y toda la vida -pasada y por
venir- con intenciones indisimuladas de hacer sentir. Siempre busqué, medí,
calculé y sumé mis sílabas para hacer llorar, reír, rabiar o dormir alguien.
Nunca para que no sintiera nada. Pero
cumplo con una jornada de cuarenta horas a la semana, en la que me porto bien
si no provoco nada. La diplomacia quiere difuminar las fronteras, pero todo
diálogo es distante. Se ponen traje y corbata para hablar de quienes andan sin
camisa y en chanclas. Palabras correctas siempre en el aire. En el anonimato.
No hay rostro. No hay piel. No hay barro. Y yo, que todo lo digo en la cara, me
meto la camisa en el pantalón, me apunto el botón y hago como si no importara
nada. La diplomacia es como la sopa de ahuyama: la tenía que probar para poder
decir que no me gustaba. Vivir en constante riesgo de quedar en ridículo es
definitivamente lo mío. Como la primera vez que te dije que te amaba y no dijiste
nada.
domingo, 26 de octubre de 2014
martes, 21 de octubre de 2014
Estoy brava con la RAE
Supe
que las cosas iban mal cuando decidieron eliminar la tilde de 'sólo'. Recuerdo
muy bien cuánto me costó aprender cuándo usarla y cuándo no. Estaba en octavo
grado, presentando un ensayo que hablaba sobre la posible no existencia de
William Shakespeare. No sé qué tan buen ensayo era, pero para estar en
"tercero de bachillerato" fue meritorio de una nota casi excelente.
Digo 'casi' porque, para ponerlo en cifras que conozcan, saqué 4.98. Ese 0.02
fue una tilde mal puesta: la del 'sólo'.
Fue
traumático. "¿William Shakespeare era un colectivo de escritores que en
conjunto firmaba sus textos bajo ese seudónimo o era un sólo escritor?" Había
puesto mal la tilde y lo recordaría el resto de mi vida. El ensayo terminó como
todos mis ensayos: con una frase que decía, más o menos "Igual no sé.
Igual no importa" y Shakespeare es como el niño Dios: existe para el que
quiera creer.
Mi vida
no es lo mismo desde que ese aprendizaje no me sirve para nada. Supe
sobrellevarlo. Cuando la desobediencia civil me ganaba, usaba la tilde. Sólo
cuando me ganaba. Convivía con la decepción y seguir haciéndolo se volvió imposible
la semana pasada. La vida no vale nada. Un día tienes tu idioma y al otro ya no.
Sé que
estás en cague. Te vas a ir con un boy a un botellón y se van a tomar unas
birras, después van a entrar a un bar muy chupi, habrá algún borracho plomizo,
que te querrá agregar a su red social y enviarte un tuit, pero tú le dirás que
se suba el zíper, que nunca le darías ni tu bíper. Tu amigovio te tomará de la
mano y dirás para tus adentros "Oh, qué papichulo".
Horrible.
Horrible.
Estoy
indignada también, pero porque 'lonchera' no lleva en el diccionario toda mi
vida. No lo puedo creer. Nunca la busqué en la RAE porque la daba por sentada.
Esto me quita todas las pocas certezas que tenía. Aparte de que me la roban, no
existía en el idioma hasta el jueves pasado. Tal vez la perdí porque nunca
existió, entonces, si alguien encuentra mi lonchera (De lonche y –era. Recipiente
pequeño, de plástico u otro material, que sirve para llevar comida ligera,
especialmente los niños cuando van a la escuela) me avisa.
La RAE necesita
de alguien hermético que diga que no a todo. A todo. Alguien que adore nuestras
raíces, el Latín. Alguien que no se entere de términos del excremental
reguetón. Alguien que niegue la existencia de hackers y de seres
homoparentales. La RAE necesita a nuestro Procurador.
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