“En el Chocó nunca utilizaba estos”. –dice Isacio señalando
el tenedor y el cuchillo- “Todo eran con cuchara. Hasta la carne”. Se está
comiendo una bandeja paisa completa. Huevo, fríjoles, arroz, carne, maduro y
chorizo. “Aquí en Bogotá todo es light. La gente come todo chiquito. A veces
hasta me toca pedir dos porciones de arroz porque no me alcanza. Eso es lo que
extraño de mi casa: la comida, la comida harta”.
A pesar de su apetito, Isacio todavía tiene la contextura de
un niño. Tiene 15 años, apenas le está saliendo el bigote y cuando le digo que
es un bebé para estar en la universidad, responde: “Tengo edad de bebé, pero no
me siento como un bebé”.
En un país donde un violador y asesino de 147 niños anda
campante quién sabe por qué calle y quién sabe usando qué nombre, no tenemos idea de
qué es la justicia. Podríamos definirla como la goleada de Alemania a Brasil en
el mundial del 2014. Ese fresquito que sentimos y nada más. No sabemos cómo se
siente, cómo se ve ni cómo se hace. Que nos han contado sobre ella, sí. Y que a
veces nos deja rastros que nos obligan a seguir creyendo, también. Igual, estamos
convencidos de que aquí todo se lo roban o lo compran, y así nadie tiene lo que
se merece.
En los resultados de la Prueba Saber 11, a los estudiantes
inscritos en Sisbén versión III antes del 19 de septiembre de 2014, se les
notificaba si podían ser beneficiarios del programa del Ministerio de
Educación, ‘Ser pilo paga’. Con un aroma de río Atrato, mezclado con viruta de
lápiz y con gotas de sudor del partido que se jugó al medio día, el olor de la
justicia lo sintieron en alguna parte del barrio Palenque, en Quibdó, cuando la
mamá de Isacio, doña Digna, se enteró de que su hijo mayor iba a estudiar una
carrera profesional en la universidad que le diera la gana y a ella no le iba a
tocar pagar nada.
Lo que vino después fue la fiesta en la casa de la tía.
“Mi familia es muy rumbera”, cuenta mientas sube los puños
al nivel de los pectorales, sonríe con discreción y mueve con ritmo un hombro a
la vez hacia adelante. “Yo siempre fui el tranquilo, el contemplativo. No el
aburrido. No. Pero siempre fui el más callado. Mi hobbie es estudiar. Por eso,
cuando mi mamá me iba a regalar un celular Lenovo, le dije que no, que me
regalara el pre ICFES. Después, cuando me gané la beca, el colegio me dio un
premio: un celular y ahora tengo WhatsApp”.
“Mi papá se murió de cáncer de colon cuando yo tenía 12 años,
y creo que fue por corrupción y negligencia del sistema de salud del Chocó,
porque no le dieron el tratamiento que necesitaba. Estoy seguro. Vine a Bogotá
a estudiar medicina pero no había cupos en los Andes, en la Javeriana ni en el Rosario.
La Sabana me dio la posibilidad de empezar Ingeniería Química y cambiarme en
julio. Por eso estoy acá… y pues por el campus”. Su sueño es ser médico y ser
como Ben Carson. Isacio sabe quién es Ben Carson, Rodolfo Llinás y Raúl
Cuero. Nombres que para el promedio son desconocidos y qué vergüenza, pero para
él son sus “tres pilares”, sus modelos a seguir, sus médicos favoritos, porque
como quien ama el fútbol y a ama a Falcao, Isacio ama la medicina y tiene
médicos adorados.
El plan de acción es el siguiente: pasarse a la carrera de
medicina en julio, acabarla, especializarse en neurocirugía, conocer al futuro
Ministro de Salud mientras tanto, quizás dictar algunas clases en universidades,
regresar a Quibdó, contactar al ya amigo Ministro de Salud y pedirle que lo
nombre Secretario de Salud del Chocó.
Todos los viajes son viajes de regreso. Isacio vino a
estudiar Medicina en Chía, sólo para poder devolverse siendo doctor a Quibdó
algún día.
-Me han entrevistado en muchos lados y todos me preguntan lo
mismo que tú.
-Dime entonces algo que no le hayas dicho a nadie.
-Tengo novia. En el Chocó.
-¿Cómo se llama?
-Berta Palacios.
-¿Cuánto llevan?
-Año y medio.
-¿Y estás muy muy enamorado?
-(…) Enamorado.
-¿Van a terminar?
-No sé, porque casi no hablamos.
Porque piensa más rápido de lo que corre, Isacio juega de
diez. Volante creador. “Mi jugador favorito en el mundo es Cristiano Ronaldo.
Soy del Real Madrid, soy merengue, soy blanco… de corazón”. Porque le toca mantener
un promedio superior a 4.0 y porque vive a dos horas y media de La Sabana, (en
el barrio Candelaria la Nueva, en Ciudad Bolívar, con los tíos), Isasio ya no
tiene tiempo para ver ni jugar fútbol, pero está feliz.
-¿Te dan un subsidio a parte de la beca?
-Cuatro salarios mínimos semestrales.
-¿Y para qué los usas?
-Para transporte, para almorzar.
-¿Te alcanza?
-A veces no tanto, pero entonces Juanjo me invita a almorzar
o me completa (señala a Juanjo, que está almorzando con nosotros).
-Hay gente que dice que el programa ‘Ser pilo paga’ no es
tan bueno porque a ustedes no les alcanza la plata que les dan para mantenerse.
-¿En serio? Mira, yo no sé desde cuándo soñaba con venir a
estudiar a Bogotá y ya estoy acá. Y si no era en Bogotá, era en Medellín o en
Manizales, no sé, pero yo iba a estudiar para ser médico. Aunque sí preferiría
vivir más cerca, para no desperdiciar horas de estudio en un bus, sé que voy a
verme graduado de La Sabana. Pero, ¿Sí ves? Lo que me importa son las horas de
estudio, no los cinco mil pesos diarios que me gasto en transporte.
Con Juanjo |
Poco a poco, la cuchara se va quedando sola en el plato de
la bandeja paisa, que debe estar helada. Isacio es un conversador ejemplar y ha
debido ser así siempre. Por eso creo que debe estar acostumbrado a que la
comida se le enfríe. En nuestra charla hablamos de los libros que ha leído, del
cuatro cero que le metió Alemania a Argentina en el 2010, del computador que le
regalaron en la universidad y del libro de pre cálculo que lleva en su maleta
de la Selección Colombia. “El conductismo es la peor corriente de la psicología”,
dice el Chacho (siempre le han dicho así, aunque asegura que de chacho no tiene
nada). “A mí nadie me ha estimulado para que yo responda de la manera en que
actúo. Seguro mis padres me inculcaron alguna vez que el estudio era la forma
de salir adelante, pero yo solo buscaba los libros o las cosas en internet. Yo
estoy acá porque yo quise”.
El Chacho tiene clase a la una. (Son las 12:50)
-Todavía me acuerdo de la primera vez que subí en escaleras
eléctricas.
-¿Cuándo fue eso?
-En septiembre.
-¿Dónde estabas?
-En Centro Mayor.
-¿Te gustó?
-Me dio miedo pero me gustó. Ya no volví a usar las
escaleras normales para nada.
Existe un dato que no está cuantificado. Un protagonista de
esta historia que casi permanece en el anonimato: Juanjo, con quien que no
cuenta oficialmente el Ministerio, pero que los becarios como el Chacho se
encuentran en clase de matemáticas.
Dejamos al Chacho en la puerta de su salón. Quedamos de
programar un paseo a Zipaquirá, porque lo quiere conocer y nunca ha ido más
allá de Centro Chía.
-Juanjo, ¿Invitas mucho al Chacho a almorzar?
-No siempre. A veces le completo de a mil y ya. Otras veces
lo invito. Cuando nos queremos dar gusto, lo suelo invitar. Si no, almorzamos
barato y ya.
-¿Por qué lo invitas?
-Porque es mi amigo.
-¿Crees que alguien más lo querría invitar a almorzar?
-Depende de la persona, pero creo que cualquiera, de verdad.
Las calzonarias
En lo que va del 2015, han muerto 20 niños por desnutrición
y falta de agua potable en el Chocó. La Defensoría del Pueblo y la ONU, a
través de Todd Howland, han estado atendiendo y denunciando los hechos.
Exactamente en quince días, la Corte Constitucional citó a audiencia pública
por la crisis de salud en el departamento. Asistirán el procurador General, el
ministro de Salud, el contralor General y el superintendente de Salud y, mientras
tanto, un borracho con la camisa desabotonada “insulta” a alguien diciéndole
que lo va a mandar al Chocó… Ojalá a mí alguien me dijera que me va a mandar al
Chocó.
Admitamos de una vez que no muchas cosas van a salir de
esa audiencia pública. Si acaso, una foto de Alejandro Ordoñez en calzonarias.
Admitamos que desilusionarse de este país es muy fácil, especialmente en un
año que no hay mundial. Hay que mirar con detenimiento para encontrar aquellas
cosas que alimentan el olor a justicia, con quizás el mismo efecto del Ricostilla,
acrecentando un aroma perceptible a metros de distancia, igual que se identifica
a Isacio en La Sabana.