jueves, 9 de noviembre de 2017

Salgan del closet del fútbol: en defensa de Paulina Vega, obviamente

Soy mujer, trabajo en publicidad y, mal que bien, juego fútbol. Conozco el sentimiento que llega desde la distancia, de querer ser invitada a un partido de banquitas en cualquier parque, en cualquier cuadra, en cualquier vía cerrada, pero permanecer en la línea sólo por ser mujer. Anhelar que se les vaya la pelota hacia donde yo estoy, pararla con técnica y devolverla como si no me muriera por jugar. Muy parecido a cortejar. También he experimentado lo opuesto: la invisible banda de capitán; coger cuatro chaquetas, acomodarlas como si fueran los verticales de dos arcos que se enfrentan, esmerarme por armar dos equipos balanceados, dividiendo en dos una masa de jugadores amateur que apenas conozco, elegir el lado más débil, balón en el centro y ¡Listo, listo, sacamos, sacamos!

Admiro profundamente a las mujeres que deciden abrirse camino a punta de gambetas, fintas y regates, en medio de una sociedad tan hermética, machista y goda como la nuestra. Y es que salir del closet del fútbol es difícil para cualquiera. Si eres mujer, se te va a anchar el cuerpo, serás una lesbiana, marimacha y no serás millonaria aunque juegues algún día en Italia. Ah, pero si eres un niño de 6 años que no sabe patear y que tampoco se anima a tapar, man, te quedaste sin amigos por el resto de la primaria.

Soy una convencida de que la gran responsabilidad de acabar con esos imaginarios estúpidos los tiene la comunicación y especialmente, la publicidad. Si no creyera en eso, no estaría escribiendo esto desde mi escritorio en la agencia, a toda mierda, porque tengo que entregar un brief a creativos en media hora. Precisamente desde este escritorio, he conocido los objetivos, procesos y mañas del marketing y sé que ponerle la camiseta de la Selección Colombia a Paulina Vega solo era una mecánica para ganar visibilidad, reach, engagement, inglés, Britney Spears, pop. 


Lanzando camisetas. 



En la estrategia de una marca no está “Incrementar los estándares de belleza femenina en un 25%”, ni “afianzar los estereotipos de género en un 45%”. Que haya pasado siempre y que siga pasando, sí. Que poco a poco esté dejando de pasar, también. Cada vez hay más clientes, más cuentas, más directores, más gente creyendo que hace esto por una razón que trasciende la venta de algo. Por eso, creo que es un logro para las mujeres que Paulina Vega haya lanzado la camiseta de mi sele. ¿Y qué? ¿O es que acaso Amparo Grisales lanzó la del mundial del 94? Por supuesto que no, porque el fútbol es y ha sido solo para machos y ahora, para Paulinita. ¿Cómo lo habría hecho yo, fiel creyente de que el fútbol y la comunicación pueden cambiar radicalmente el mundo? Lanzo la camiseta únicamente con la selección femenina. Nada de James, nada de Silvestre, de pronto Paulina, pero ni Adidas ni la Federación están listas para eso. 

La pataleta por redes sociales funciona, claro que sí, para que los clientes se asusten y les digan a sus ejecutivos de cuenta: “Uf, marica, no quiero que me pase lo de Adidas”. Despertando esos miedos se despiertan también las dudas de si estamos haciendo las cosas tan bien como podríamos y esas dudas provocan la transformación en mejores campañas, mejores publicistas, mejores entidades, mejores jugadas. Obvio que falta visibilizar a las mujeres, no solo en el fútbol, en absolutamente todo. Lo estamos haciendo, a la velocidad que nos lo exigimos. Por su lado, Paulina Vega no busca afianzar el héteropatriarcado fundado en los estándares provenientes de estereotipos tradicionales de lo que es bonito y lo que no. Les juro que no. Se calman.