viernes, 27 de junio de 2014

Carta al fútbol

Hola, bebé.

Debo admitir que estoy feliz por ti. Cada cuatro años, te llega tu momento y todos resultan queriéndote. Las personas que te desprecian nunca me han inspirado confianza, pero los que solo te valoran cada cuatro años tampoco son muy amigos míos. Aún así, los respeto y los recibo gratamente en este amor que te guardo todos los días de mi vida. 

Te escribo porque nuestra relación me da la suficiente confianza. Sé que necesitas palabras de aliento. Tanto cariño superficial y repentino debe hacerte sentir banal. Tranquilo. Para mí, para muchos, sigues siendo el mismo bacán. Que te culpen a ti del desorden civil, de la barbarie nuestra y de la violencia que nos sirve como modo de expresión, es injusto. Los que te conocemos sabemos cómo eres, y que morder a los demás no está entre tus pareceres. 

Si a mí me duele todo eso no me imagino cuánto debe dolerte a ti. Como yo, sufres en silencio y te escribo esto para que sepas que cuentas conmigo. Sé que no es tu culpa que nos prohíban celebrar tu existencia; que nos toque encerrarnos como judíos en Egipto para celebrar nuestras fechas, y que lo último que quieres es que nos matemos teniéndote como pretexto.


"No, no, es que yo no quiero un hijo. Yo quiero un crack". 


A pesar de que me has hecho sufrir, sufrir mucho, especialmente en el minuto noventa y uno, tu razón de ser es que nosotros seamos felices. Tener que hacer buñuelos con la Maizena ha sido un inconveniente. Hemos quedado muy mal parados comprando cerveza a las nueve de la mañana. No es tu culpa. Yo lo sé. Pero, debo decir que esa libertad me hace falta. 

De todos modos, cuando siento amor, lo defiendo. No habrá nunca un obstáculo que me detenga de quererte bien. Tú nunca me has dejado sola y yo tampoco lo haré. Aunque todos quieran incriminarte en algo que no tienes nada qué ver, tengo muy clara tu forma de ser.
Eres buen amigo; cualquiera puede contar contigo, así solo tenga un balón y un par de suéteres. Te debemos instantes eternos, héroes inmensos y lágrimas resbalosas. Eres capaz de hacer llorar al tipo más gañán, y de hacer madrear a la dama más nice. Por ti, se une el país más dividido y hasta un argentino canta nuestro himno. 

Te amo, te amo, te amo. Te amo y lo seguiré haciendo después de que Colombia quede campeón el trece de julio. Una vez más, te agradezco por estar siempre ahí, dispuesto a hacerme olvidar -durante dos horas- la pena de turno. Lo que tú y yo tenemos es incondicional, te defenderé del alcalde que sea y estaremos juntos hasta el final. 

lunes, 16 de junio de 2014

El fútbol y la realidad: confesiones de la fiebre mundialista y un corazón solo

Recuerdo muy bien que, ad portas del 2014, estaba en depresión. En diciembre, la única razón que me quedaba para pararme de la cama era pensar que en seis meses empezaba el mundial y que, además, Colombia iba a jugar. Los meses pasaron, empecé a tener más y más razones, pero esa siempre fue prioridad. Sí. El fútbol es un anestésico. Menos mal.

El fútbol mitiga muchas cosas: ausencias, vergüenzas, traiciones y hasta democracias fallidas. Sinceramente, si no fuera por el mundial, yo y muchos de ustedes estaríamos echados a nuestras penas, cantando borrachos las canciones que nos acuerdan a ella y pendientes de su última conexión de WhatsApp (En esto incluyo a Álvaro Uribe Vélez, quien sin duda ha de estar destruido). Lo cierto es que el fútbol es eso que queda cuando no nos queda nada más, ni siquiera un candidato por quién votar.


[Foto tomada a una hora de la Ley Seca]


Pero también es la forma más bonita de sufrir, como el 3 - 3, en el que Colombia se convirtió en líder mundial de úlceras y de sudoración fría. No nos bastó y se lesionó la rodilla más importante de la nación. De indoloro no tiene nada este deportecito. Y experimento la muerte un poco cada vez que James se acomoda la canillera, o que Ospina se tira al suelo y demora en pararse. Me imagino lo peor. Siempre. En la vida y en el fútbol, porque Colombia es como yo, y nos parece extraño que las cosas nos salgan bien y que no nos anulen el gol.

Alemania va a ser campeón, Minia se va a robar el show y Di María va a ser el mejor jugador. Todo eso ya lo sé. Lo que no tengo muy claro es qué va a ser de mí cuando se acabe el torneo. No sé si el fútbol me lleve a ignorar la realidad, o si la realidad me haga ignorar al fútbol. La verdad es que cuando Colombia juega se me olvida que no tengo con quién bailar. Esperaré, tal vez. Esperaré a que vuelva ella antes del próximo mundial.

viernes, 13 de junio de 2014

Carta a Pekerman

Hola, José.
Espero que todo ande muy bien. El favor que me pediste ya casi lo tengo terminado. No creas que me he olvidado de ti. Han sido unos días difíciles para ti y para mí. Perdóname por no escribirte antes. Pero, aquí estoy. Más vale tarde que nunca, la distancia no es el olvido y esta es de las cartas más importantes que escribiré en mi vida. Te pido que la cargues contigo durante todo el mundial, para que cada vez que te arrepientas de no haber llevado a Falcao recuerdes que yo siempre te voy a apoyar.

Pero, querido José, de verdad no entiendo por qué no convocaste a Radamel. Después de la cámara hiperbárica, de todos los comerciales de DirecTv, de cementos Argos y de Bonbonbúm, él se merecía estar entre los 23. Nunca me has dicho mentiras y yo no te las voy a decir a ti: Alexander Mejía no va a jugar un culo. Si yo fuera él, me robaba el peto que la FIFA le da a los suplentes, para tener pruebas de que fui a un mundial y ya. No lo vas a poner. Ni siquiera le vas a pedir que caliente, José.



Ése era el puesto de Radamel, que, sí, fue idea de él quedarse por fuera. Pero, José, él es un cristiano empedernido y la soberbia no es su peor defecto. Es el futbolista más humilde que jamás se amarró unos guayos y eso no le permitía a él pedirte a ti que lo llevaras. Te hiciste el loco, Chepe, y nos rompiste el corazón a todos. Se merecía jugar, al menos, tres minutos en un partido ganado, o inclusive en uno perdido. Pero, no. Ni mierda. Falcao quedó haciéndose la keratina quién sabe dónde. En todos lados menos en Sao Paulo.

Pero, bueno, como dice Daddy Yankee, lo que pasó pasó. Ustedes ya están allá. Lamento, de verdad, que no puedas hacer los entrenamientos a puerta cerrada. Debes estar muy bravo por eso, y te mando abrazos reconfortantes. Reconfortarme es lo que necesito yo, Chepe, porque, si te digo la verdad, tengo miedo del sufrimiento que se avecina. Siento como si me fueran a sacar las cuatro cordales mañana. Sin anestesia. Ése es el nivel de estrés que estoy manejando en este momento.

No creo que duerma. Miraré mi camiseta amarilla toda la noche, con el ritmo cardíaco acelerado y las manos sudorosas. Ten en cuenta que somos una hinchada acostumbrada a sufrir y que, a diferencia de nuestros jugadores, nunca entramos confiados, así juguemos contra Haití. Ten piedad de nosotros, José. Te agradezco en el alma que no hayas llevado a Medina, a propósito. Eso nos dio paz a todos, inclusive a él.

No me queda más qué decirte, salvo desearte que duermas bien. No te sientas mal porque no le hayan dado dotación de corbatas y sastres Hugo Boss a todo el equipo. Lo importantes es que el fútbol se juega en pantaloneta. No olvides que te pienso todo el tiempo, aún cuando no es adecuado, como ahora, que estoy en clase, y que mi integridad física, mental y espiritual depende del partido de mañana.

Un abrazo,
Manuela


martes, 10 de junio de 2014

Uña y mugre

No somos el dúo dinámico. Aunque somos inseparables, no somos indestructibles. No señor. Todo lo contrario. A nosotros nos han dado palo, mucho palo. Otras veces, nos hemos enredado solos, como cuando uno no se amarra los zapatos. No nos ha importado. Así somos. Uña y mugre. No nos dejamos solos, no nos traicionamos, no nos mentimos. Por eso, a él, a mi corazón, no lo obligo a querer a alguien que no le encante, ni a acelerarse por un don nadie; de la misma manera que no puedo exigirle ser prudente cada vez que hablo sobre, me hablan de, o me habla Ella.

domingo, 8 de junio de 2014

Me mordió una araña

Me mordió una araña. A mí, que las he defendido desde siempre. A mí, que las recojo con cuidado, para no fracturarles las patas. A mí, que nunca las piso ni -cuando las veo- grito. Me mordió una araña y ahora el de la deuda es el karma. El refrán maternal de "si no las molestas, no te hacen nada" nunca tuvo tan poca validez. Yo no solo no les estaba haciendo nada, sino que era su representación diplomática entre los humanos. Pero, me mordió una araña y no fue cualquier cosita.


No se siente como la picadura de una pulga, ni de una avispa, ni de la curiosidad. El dolor se prolonga, porque sentir que algo roce, toque, se aproxime a la herida es insoportable. Por eso, es mejor cubrirla, luego de desinfectarla con alcohol, agua, isodine o besos.

Tengo muy claro que no me merecía el mordisco. Es poco común tener la certeza de que uno no merece un dolor. Sin embargo, de pronto, el que yo fuera una abanderada de las arañas no tenía valor alguno, si no conocía la verdad de sus picaduras, y no es que me haya mordido una viuda negra ni nada.

No he dejado de sentir el brazo. A veces me toco la herida. porque soy de esos niños que se quitan las costras y se arrancan los dientes de leche. No me han empezado a dar miedo las arañas. El miedo es la forma más común de discriminación. Si se me cruza una por delante, no la voy a mirar mal. Aunque no entiendo por qué me mordieron, uno tiene que aprender a querer a la vida, así de cínica y todo.

viernes, 6 de junio de 2014

Poema de panadería

Tú me pasas
Tú me pasaste
Tú, acontecimiento,
Me pasaste por el lado 
Me pasaste por al frente
Me pasaste por encima
Me pasaste de largo
Me pasaste y yo aquí sigo
Inmóvil, permanente, expectante
Esperando que vuelvas y me pases
Y, esta vez,
Te vayas más tarde


lunes, 2 de junio de 2014

Agua

Algo tengo yo con el agua. Como que no me parece coincidencia absolutamente nada; que mi película favorita sea 'Buscando a Nemo' y que me sienta menos lejos del mar cada vez que voy a un río. Tengo un romance no tan secreto con el ella, dulce y salada, fría y ardiente. A estas alturas de mi vida, irme a Providencia, vivir de pescar y no usar pantalones nunca más es una opción viable. Amanecer y ver al frente el mar; aquello que tranquilamente puede reunir todo lo que creo, y no precisamente por su categoría global. De todos modos, esta alma cundiboyacense habrá de conformarse con ir a Suesca, meter los piecitos en el río y visitar la playa cada junio. Eso y escuchar las canciones que, sin buscarlas, aparecieron para aclararme que, así estemos lejos, el mar siempre va a estar.

Si yo fuera marinero, estaría en el coro y este sería nuestro repertorio:

1. Zona de Promesas - Soda Stereo (porque tarda en llegar)


2. Río Abajo - Jorge Drexler (porque llega)


3. Al otro lado del río - Jorge Drexler (porque hay que remar)


4. Wouldn't it be nice - Beach Boys (porque la canta mientras navega en '50 first dates')


5. My father's gun - Elton John (porque Nada Flota)


6. El mar de sus ojos - Carlitos Vives (por ella)


7. Agua - Jarabe de Palo (porque creo)


8. Octopus Garden - The Beatles (porque quiero)


9. Viene y va - Fito y los Fitipaldis (porque el agua corre, siempre, sin que la empujen)


10. Yellow - Coldplay (porque el video es en el mar)



Después, cada quien a su camarote y mañana, otra vez a ensayar.