viernes, 16 de noviembre de 2018

Si marcho, el Estado me Kafka

En la facultades de Periodismo en Colombia se enseñan tres verdades que duelen: que uno no es profesional por ser periodista, que la tilde del ‘sólo’ ya no se usa, y que en el país hay personas intocables. Son personas sobre las que no se puede escribir nada y al final de esa misma clase, hacen quiz sobre el significado de “autocensura”. Los quices valen el 25% de la nota. Me acuerdo como si lo hubiera perdido ayer. Era jueves y ese día aprendí que, de los Sarmiento Angulo y algunos más, sólo se puede escribir sobre su donación de bibliotecas. 

Como un agente del ESMAD lanza una bala de goma contra estudiantes, profesores y mamás, Gustavo Petro lanzó en radio en vivo esta semana, su opinión sobre quién estaría detrás de la muerte de Pizano hijo, que murió envenenado como Sócrates y Joffrey Baratheon. “Sarmiento Angulo”, dijo Petro, y yo me acordé de ese jueves, en la sala de redacción de mi universidad, sentada frente a un Mac, redactando una noticia que me nunca me iban a calificar, pensando que ojalá nunca me tocara trabajar en publicidad.  




Y aquí estoy. La revelación de que no hay que ser profesional para ser periodista no me ha abandonado y sigo escribiendo sin que me paguen un centavo. Haciendo mi trabajo, o sea, por lo que sí me pagan, he aprendido que no hay que ser publicista para saber importa más el comercial que la verdad, y si no me creen, averigüen cuánto se ha gastado la Alcaldía en medios pagos y pí ar (PR). Tampoco hay que ser el director del DANE, marica, para darse cuenta de que las generaciones que marchan ya no son las mismas de antes. Hoy cargan vinagre en las maletas roídas, sí, pero no en el bolsillo de las baquetas para los tambores y las tijeras para cortar las flores. 




Los videos del ESMAD rompiendo ventanas, para incriminar a las manifestaciones pacíficas, no salen en Caracol. Las fotos de los civiles motorizados, que andan en las caravanas de la Policía y que no se quitan los cascos cuando se bajan a pegarles a los estudiantes, tampoco las imprimen El Tiempo ni Semana. 

No hay que haber ido a la clase sobre autocensura, para entender que hay más intocables de los que me enseñaron. Para ver que los grandes medios están sesgados, que los estudiantes no son tan malos y al menos sospechar que hay gato encerrado, no hay que ser muy avispado. No hay que ser estudiante para reconocer el valor de estudiar (así sea periodismo y no ser profesional), pero hay que ser Maluma para que el presidente te ponga un poquito de cuidado. 

martes, 6 de noviembre de 2018

Decreto pa lo nene, decreto pa la nena

Ley para todo. Fotocopia ampliada de la cédula. Autenticada. Ampliada a 200. Decreto pa los nenes. Decreto pa las nenas. Vivimos en un país que todo lo quiere por escrito y le incrementa el IVA a los libros. Cualquiera nos cree que somos unos verdaderos letrados, pero no.

Hasta hay normas que reconocen a los establecimientos que son libres de discriminación. Es un decreto que resalta el arduo trabajo de sitios en los que la gente puede ser exactamente quien es, y ser atendida toda por igual. Como en una ciudad real, cosmopolita, de verdad. Y es que darle a un premio a un bar por no discriminar es como aplaudirle a una guitarra solo por sonar. 

Chueca.


Pero solo hay algo más absurdo que enaltecer un comportamiento que debería ser completamente normal y es la sed innecesaria por ver infelices a los demás. Entonces, en el país de los buses provisionales que se quedaron para siempre, se convocaron a marchas para que los establecimientos pudieran volver discriminar con absoluta libertad. Y la gente fue, con tal de no trabajar. 

Marchar es un placer infinito. Marchar convencido es como bailar enamorado. Todos, por más uribistas y homofóbicos que sean, deberían poder sentirlo al menos una vez. Que el DJ ponga la canción de las dos. Que yo esté al otro lado del bar y solo con escuchar el primer compás ya sé que es nuestro reguetón. Correr. Tirar los tragos. Pisar al del lado. Cogerle la mano y un dos tres cuatro. Eso es lo que nos diferencia. Que yo solo les deseo la misma felicidad que yo he sentido a los que marcharon hoy, que lo hicieron precisamente para que yo no la vuelva a sentir nunca bailando pegado. 

No es lo mismo vivir tranquilo que vivir feliz. Negros, pobres, trans, discapacitados, maricas y torpes somos felices tal y como somos. Me atrevo a decir que los infelices siendo distintos son los otros. Algún día, con o sin ley, con o sin las firmas de quién sabe quién, nos llegará el turno de la tranquilidad a nosotros y solo entonces este país va a saber lo que es bailar hasta abajo.