miércoles, 28 de mayo de 2014

Comunicado oficial

Después de tres días de deliberación conmigo, he conseguido sentar una posición frente a la situación política de este tropical país. El siguiente texto está dedicado a todos aquellos que creen que votar en blanco es una forma pacífica protestar. Tan divinos.

Hay quienes dicen que escoger entre Santos y Zuluaga es como decidir entre tener SIDA o cáncer; malaria o gangrena; peste negra o peste bubónica. Yo pienso que se parece más a elegir entre un kumis casero amargo y uno un poquito más amargo. Ambos son feos. Ambos se tiran el sabor del roscón. Ninguno quita la sed. Pero, en una panadería de tradición, es obligatorio tomar kumis casero. De lo contrario, el paseo no tendría validez y todos lo saben. Pedir Coca Cola, pedir agua, pedir kumis Alpina sería salirse por la tangente, ser un cobarde, un pechofrío. Por eso, dama o caballero que se respete, pide kumis casero cada vez que pasee.

Ahora bien, la panadería es Colombia; el kumis amargo es Juan Manuel, y el kumis más amargo es Óscar Iván. Si usted es un hipster de mostacho, de Instagram de gato, que odia el fútbol simplemente porque nunca lo invitaron a jugar, vaya pues, pida agua, pida un chicle, pida Coca Cola para bajarse el roscón de la jornada electoral. Yo, por mi parte, me voy de fondo blanco con el kumis amargo de Santos, sin pensarlo dos veces. Arriba, abajo, al centro y pa'entro.

El proceso de paz puede no ser la paz. La primera generación sin guerra puede fácilmente no haber nacido todavía, pero el proceso de paz es un cambio en la conversación, en la charla, como cuando ustedes pasan de ustear a tutear a quien les gusta. Puede no ser el amor de sus vidas, pero why not? Es momento de que la nena de Colombia pase a second base y nosotros también.

Ocho años de Seguridad Democrática nos devolvió la libertad de poder ir a la finca sin miedo y cuando quisiéramos, inclusive a los que no tenemos finca. Pudimos, entonces, volver a las panaderías de carretera a pedir kumis casero. Todos saben, pues, de qué hablo cuando el kumis sale amargo. Si no quieren ser los rechazados del paseo, si no quieren pedirse la ventana y que -aún así- les toque en el Centro y si no quieren dormir en el suelo, no voten por Zuluaga.

Fin del comunicado

martes, 27 de mayo de 2014

La caja negra

Duermo con medias. Me da más miedo el frío que el fracaso y no quiero acostumbrarme a este clima. Callarme la frecuencia con la que recuerdo, la intensidad con la que extraño y la vitalidad de mis intenciones de tenernos, ha sido lo más difícil esto días. En la vida quiero todo menos que sea común y corriente sentir las medias –digo- a medias. Porque ojalá esto que siento no fuera total y yo pudiera andar por la vida conforme con la ausencia. No es así. En lo absoluto. Pelear con lo que siento sería una guerra perdida, así que he decidido no luchar.

Si algún día sentimos el mismo afán; si algún día nos invade el mismo convencimiento de que somos capaces; si algún día quieres más aviones; si algún día cantas mis canciones; si algún día te hacen falta los chistes estúpidos, y si algún día admitimos que lo fácil no suele valer la pena, voy a tener los hangares llenos. 

lunes, 26 de mayo de 2014

Zona de promesas

Mi indicador de éxito es que me traigan un tinto al escritorio. Siento que estoy haciendo lo correcto y, si no lo correcto, siento al menos que estoy haciendo algo, cada vez que un buen samaritano considera que me vendría bien un café. Últimamente, esa persona es Consu, la señora que se encarga de los servicios generales en el lugar en el que "trabajo". Cada vez que me trae un pocillo lleno, salgo a la terraza y ella sale conmigo. Conversamos un poco de todo, de la vida, y hoy el tema fueron las elecciones de ayer:

-¿Votaste, Consu?
-No.
-¿Cómo así?
-Pues, voté en blanco. Siempre voto en blanco.
-¿Por qué?
-Dicen muchas cosas, prometen muchísimas otras, y no cumplen nada.
-¿Y en segunda vuelta? El voto en blanco no vale, Consu.
-Eso he escuchado. No sé. Tal vez Zuluga. ¿Sí se llama así? ¿Zuluaga? Por lo de las ocho horas de jornada escolar, los desayunos y los almuerzos.
-¿Y el proceso de paz?
-La paz la hacemos nosotros mismos. Lo que pasó con Pastrana pasa ahorita también. Diálogos, diálogos, diálogos y nada de nada. Hasta que no entendamos que la solución es no invertir más en armas, esas conversaciones no sirven para nada. Ése es el negocio de ellos, y solo cuando deje de darles plata, los jodidos vamos a dejar de ser nosotros.
-Pero, Consu, la guerra no se acaba con más guerra.
-Yo no sé. Ya me da pereza todo esto. Es cierto que no uno no puede decir que prometen y no cumplen hasta darles la oportunidad, pero no me dan ganas de creer.
-¿Nadie, absolutamente nadie te gustó ni un poquito ayer?
-Me gustaba Martha Lucía, porque es mujer y sabe lo que hace.
-¿Y Peñalosa?
-No, ese tipo se arrima al sol que más calienta y así no se gobierna un país.
-¿Y Clara? Yo voté por ella.
-Hablaba bonito, pero no.
-¿Y por qué no votaste por Martha Lucía?
-Quise marcarla a ella y a Clara, porque me gustaban propuestas de las dos. Pero uno ya es muy incrédulo.
-¿Y entonces qué vas a hacer?
-Esperar. Esperar y creer, creer pero en Dios, a ver si se apiada de nosotros, de una buena vez.

Entonces se me acabó el tinto y Consu se dio cuenta. Me recibió el pocillo y cada una siguió con su rutina.

Ni siquiera 'House of Cards' me ha quitado el afán de votar. 


Muchas veces he escrito que no se debe votar en contra de alguien, pero la vida da muchas vueltas y las contradicciones más bonitas son las que se admiten. Tal como ustedes, los dos millones de personitas que eligieron a Óscar Iván, que no votaron por el mejor Ministro de Hacienda sino por su jefe, no voy a votar por él sino en contra. Ni se les ocurra pensar que un voto por Juan Manuel es un voto por Juan Manuel. No. Un voto por Santos es un voto menos para UribeVel.

Es dolor de madre, como el de Martha Lucía, lo que siento hoy por Colombia, que se escandaliza por la situación de los vecinos pero no valora los privilegios que nos diferencian de ellos. Estar triste está de moda y yo estoy a un minuto de empezar a entender a Ricardo Arjona. Sabíamos que esto iba a pasar. Aún así salimos a votar esperanzados, los pocos que lo hicimos, sabiendo que cualquiera puede meter un gol en el minuto noventa y al marcador darle la vuelta.



No pasó. Peñalosa ganó en Unicentro y esa es su única victoria. Votar con esperanza es una característica con la que solo contamos los que lo hemos hecho pocas veces. En el amor y en la democracia, la falta de experiencia es sinónimo de ingenuidad. Por eso, aún elijo con el objetivo de irme a dormir sin arrepentirme de mi voto ni de haberle dado un beso a quien siempre he querido dárselo. Como dice Consu, no queda sino esperar; esperar que la gente salga a votar, ojalá en contra de ese paramilitar.






miércoles, 21 de mayo de 2014

La democracia y el pudor

La arena política en la que me muevo son mis almuerzos familiares. Especialmente en épocas de elecciones, siempre hay alguien que toma las riendas de la dinámica y hace la pregunta imprescindible: “¿Por quién van a votar?” Yo, que llevo experimentando la mayoría de edad tan solo tres años, nunca me la tomé muy a pecho. Mi familia tiene todas las características para irradiar uribismo hasta en su forma de comer. Por esa razón, esta juvenil alma anti uribista prefirió siempre lavar la loza antes que ser parte de semejante conversación. Y yo odio lavar la loza.

Cuando hablan de la Ola Verde, de que los militantes no tenían cédula, lo dicen por mí.


O por destino o por voluntad o por inercia, hoy estoy más empapada de política de lo que alguna esperé. Siempre tengo algo qué decir, algo que contar, algo que leer. Por ejemplo: sé muy bien que la tragedia de Tumaco no se trató exactamente de “niños bomba”, como aseguraron los medios de comunicación más influyentes del país. Por esta razón, y teniendo en cuenta que el uribismo no es una fe ciega sino que cree a pesar de lo que ve, me he visto en la obligación de empezar a ser parte activa de las charlas políticas en mi casa.

Me he comenzado a ganar una reputación entre mis tíos y primos. Ahora todos saben que, cada vez que me animo a tomar la palabra, con mi ritmo pausado de hablar, voy a revelar datos que no transmiten en Caracol a las siete de la noche y que, exactamente por eso, todos se sorprenden y desconfían. Cuando lo que digo empieza a tener más sentido de lo que esperaban, sueltan una risa y deciden tumbar cada uno de mis argumentos con un solo tiro: “Pues yo amo a Uribe, así Manuela se carcoma, jájaja”. Y se acaba la conversación y yo me voy a lavar los platos.

Este país es como este texto: todo se trata de Álvaro Uribe Vélez. Va siendo hora de que lo superemos, honestamente. Estas elecciones huelen tanto a tinto a caballo, a tobogán con camiseta y a trabajar, trabajar y trabajar, que ya me da pereza saber qué más va a pasar. Inclusive, cada uno de los candidatos adquiere un valor siempre y cuando sea considerado en función del ex presidente ese.  



Pocos países han tenido una bandeja de candidatos tan preparados como la que se enfrenta hoy por la Presidencia de la República. Sin embargo, cuando me lancé al ruedo familiar, explicando por quién iba a votar, me saltaron encima diciendo que ése era un voto perdido. Y hoy, mi familia y toda Colombia, otra vez, ve el ejercicio de la democracia como un encuentro de uno contra uno nada más; en el que hay que votar para que alguien pierda en lugar de votar por el que más convenza. 

Antes de cada debate, Uribe peina a Zuluaga, le pone un poquito de gel y le dice: "Para mí ya eres un campeón". Santos se levanta cada mañana, se afeita y dice al espejo: "Hoy tampoco tengo ganas de debatir". En esa rutina llevamos casi tres meses y nos ha parecido suficiente. Esos dos candidatos nos hacen creer que madrugar el domingo a votar no va a ser en vano; que alguno de los dos va a salir ganando, y el país va a seguir andando. Lo triste es que no votamos por el peinado o por la calidad del afeitado: votamos por el uno porque nos cae peor el otro. 

Es mejor votar por Peñalosa porque es pinta, que votar por Clara porque le terminó a Uribe. ¿Me entienden? Colombia tiene un mal que aqueja cada una de sus dimensiones sociales, y es que no hacemos nada de frente. Coquetear, querer, odiar, volver y votar. Todo lo hacemos siempre sin dar la cara. Esta democracia nos da el derecho constitucional de amar y odiar a quien queramos, y también el privilegio de hacerlo sin ocultar nada.

Voten, sinvergüenzas. Voten sin vergüenza. Voten por el que quieran, no por el enemigo del que odian. Este país tan herido debería ya aprender a sentir dolor sin rencor; a cargar con su memoria sin que le tiemblen las rodillas, y a saber que hay cosas más graves que la lesión en la de Radamel. Hoy volvemos al mundial dieciséis años después, sin tener que sumar ni restar puntos ni goles. Y es que así es que se juega, al fútbol, a la ruleta, a la política y al amor: hagan lo que quieran, y háganlo sin pudor. 

lunes, 19 de mayo de 2014

Hey Jude

Constantemente, me imagino a Paul y a John, sentados, tomando cerveza o lo que sea, con el manuscrito en la mesa, y con un lapicito tachando 'Juls' y corrigiéndolo por 'Jude'.

-"Sí, Paulie, mejor Jude".
-"Sí, Jonny, es verdad".
-"Yo sé. Siempre tengo la razón".
-"Jajaja. Oye, Jonny, tengo que decirte algo".
-"Dime, Paulie".
-"Yoko me cae muy mal".
-"¿En serio? A mí me parece super sensual".
-"Es horrible".
-"Bueno. Te cuento que va a salir en nuestros videos de ahora en adelante".
-...
-"Tranquilo. Ella sabe tocar el triángulo".

No creo que alcanzaran a calcular la magnitud de lo que hacían, honestamente. Sí. Tenían un ego más popular que Jesucristo, pero en sus manos tenían la canción más bonita que alguien pudo haber escrito jamás. Pobre Julian, porque la canción que era para él terminó siendo para toda la humanidad.

Yo, que he tenido la celestial oportunidad de oírla en vivo, cantada por Sir Paul McCartney y su banda, en el estadio El Campín, sé que el 'narananá', más que un coro, es un mantra; que cualquiera puede sanar el dolor que padezca cantando ese pedacito, que no requiere de mucha destreza vocal. Es que Paul canta al oído, ahí, cerquita, a todos, a cualquiera, y quién no habría de sentirse mejor después de sentir el aliento de ese man.



'Hey Jude' es un manual sobre cómo vivir, que aparece siempre que uno pierde las instrucciones. Es como un 'Fix you', que te dice que everything's gonna be alright, sin necesidad de cortarte las venas. Let it out, and let it in. Yo, que creo firmemente en la terapia de dejar una canción en loop, y que ocasionalmente me auto dedico algunas otras, sé que 'Hey Jude' es la serenata que siempre me levanta de la cama y me saca al balcón.

No sé si ustedes tengan pensado dedicarles canciones a sus hijos. 'Hey Jude' va a ser la primera canción que yo, como mamá, dedique.  No pienso mucho en el futuro, pero ese es el tipo de cosas que tengo claras. Hay una tranquilidad en saber que nos preocupan determinadas cosas.

martes, 6 de mayo de 2014

Breve justificación ontológica de Nada Flota

No todo, casi nada de lo coincidencial pasa por error. A veces, casi siempre, things turn out mejor de lo esperado o lo merecido. Uno no se merece nada. El karma es un consuelo de los miserables, porque la miseria es una condición, y, como toda condición, cambia.
Todos somos igual de indignos. Otra cosa es que se nos olvide eso y todo lo demás, cada vez que nos atravesamos en una mirada precisa o en los astros alineados a nuestro favor o a penas en un buen día. Un miércoles, para ser más detallistas.

Di con mi tesis de grado, con los temas de todos estos párrafos, con el nombre de ella y con el nombre mío de la misma manera que di con una perfecta banda de rock en una estación de metro, en Nueva York. Era el último día de un rarísimo viaje. A todos mis acompañantes, la Gran Manzana ya les sabía a cacho, de tanto caminarla. Ella no los había recibido muy bien. Su inclemente invierno, al mejor estilo de Winterfell, les hizo doler hasta el yunque, el estribo y el martillo.

A mí no me importó y a mi papá, tampoco. Todos prefirieron ir de compras a lugares con calefacción, mientras nosotros dos decidimos, felizmente, perdernos en Brooklyn. Los objetivos: visitar los manuscritos de Charles Dickens, Edgar Allan Poe y algunas Biblias de Gutenberg en la Librería de Morgan, y comprar un libro del que yo estaba antojada hace rato.
Tomamos el metro como el par de latinos que somos: con desconfianza, aferrados a un mapa que perfectamente pudo estar en Swahili y nunca lo supimos, y con una hora límite definida por mi mamá, para estar de vuelta en el hotel. Teníamos todo para salir mal librados, si es que llegábamos a salir.

Una de las muchas paradas que hicimos, dado que en el metro de Nueva York no existe lo que aquí conocemos como "Ruta fácil", fue en 14 Street con Union Square. Habiendo cumplido con los objetivos que nos planteamos, solo nos quedaba -a mi papá y a mí- volver al hotel exactamente a la hora estipulada por mi mamá. Estábamos afanadísimos, preocupadísimos, asustadísismos con la posibilidad de no hacerlo puntual. Atravesamos la estación corriendo, olvidando nuestra constante posibilidad de perdernos.

Sin esperarlo, sin haberlo leído en algún lado y sin saber qué estaba pasando, empezamos a escuchar -mientras corríamos- a estos manes.

Sin acordarlo, mi papá y yo nos devolvimos despacio. Nos quedamos viéndolos, ignorando las reacciones que nuestra impuntualidad pudiera provocarle mi mamá. Compramos su disco y los aplaudimos mucho. Alcanzamos a bailar un poco, como el par de latinos que somos.
La noche anterior, habíamos pagado una millonada por ver un estándar de jazz que no nos había matado, y esa tarde estábamos viendo gratis a una banda que -sin duda- nos estaba marcando. No tuvimos que conversar para admitirnos con los pies exactamente eso. Con los pies bailando.

Igualmente di conmigo. Con Nada Flota. Una bella noche de procrastinación, de tercer semestre de universidad, ese semestre en que nada ni nadie tiene sentido, ni siquiera la facultad, yo tenía que redactar una reseña de un libro que ni siquiera me había animado a comprar. Pero lo compré, esa noche, lo compré. Lo abrí exactamente en una página, exactamente en la página que me dio para escribir una reseña y para verbalizar lo que era, lo que soy.

Recuerdo que era la conversación entre dos mujeres que vivían en la costa de algún mar. Alguna de las dos estaba en algún dilema y la otra le trataba de dar alguna solución. En medio de su discusión, aquella mujer libre de dudas argumentaba que cualquier decisión que tomase la mujer aquejada por incertidumbres tendría consecuencias en ella, en su vida, en su futuro, en sus días, en todo. Y ponía el mar como ejemplo; que enseña erróneamente que las naves, que el papel, que el plástico, que las cosas, flotan, y no. No. Todo tiene raíces en algo, en alguien. Todo, al moverse, al alejarse, al pronunciarse, produce algo más. Hay un arraigo invisible del que todos somos víctimas y huéspedes. Nada flota.

Escribí mi reseña, pasé a cuarto semestre y todo empezó a tener más sentido, luego de poder sintetizar en a penas dos palabras todo mi demás. Lo bonito de esta y de todas las historias es que fue accidental, como la banda en el metro o que odiemos la misma fruta anaranjada. No es cuestión de puntualidad, para pesar de mi mamá. Es, más bien, cuestión de dejarse llevar. A veces, algunas cosas, flotan.




viernes, 2 de mayo de 2014

Carta al Periodismo

Hola, 
te escribo para decirte que he intentado olvidarte y no he podido. Ampliar mi visión y dejarme deslumbrar por otras luces ha sido la peor forma de intentar no pensarte, pues con compararte solo veo más exacta tu belleza. No me malentiendas. Te escribo para despedirme. Lo nuestro no puede ser. Aunque somos tal para cual, y eres sinigual, debo continuar sin ti mi andar. 

Te amo desde la primera vez que nos cruzamos, y lo seguirė haciendo si nos tropezamos, pero este idilio -como todos- solo va a hacernos daño. Tú eres tan incierta, yo también, y nadie sabe nada, y quién a quién vino a buscar. Es mejor dejar hasta acá. En la vida quiero todo, menos llegarte a odiar. Idealizarte es mi plan, y tenerte lejos es lo más audaz. 

Nena, puedes pasar por otras manos, por otros labios, pero nadie como yo te va a amar. Siempre que lo digital te acose, ten claro que en mí puedes contar, y, a mano, tus pesares, voy a borrar. No te la dejes montar, por el multi tasking, la transmedia y la red social. Tú y yo sabemos que todo eso está muy mal, y que lo más bonito está en las páginas que nos da vergüenza publicar. 

Pero, cosita, ya me voy a graduar. Las razones por las que te amo están intactas y así permanecerán. Nunca te he dicho mentiras y esta vez va a ser igual. Eres todo, eres divina, eres espectacular, pero a mí alguien me tiene que pagar. Por eso hoy decido que me voy a largar. Como dijo mi papá: "Voy por cigarrillos", y el man se quedó allá. 

Nos volveremos a ver. Va a pasar más de una vez. Será hermoso, será perfecto, será ocasional, será temporal. Sabes bien que soy fiel, que soy leal, y que en mi mente siempre vas a estar. Y de hambre no quiero agonizar. La renta tengo que pagar. El café y la cerveza hay que comprar, y esa platica tú no me las vas a dar. Cuando quieras volver, y conmigo tomarte un café, ten por seguro que en mi greca va a haber. Es lo queremos. Lo tienes que entender. 

Me voy. Me voy. No me esperes, pero volveré. Con soberbia y terquedad, me he convencido de que puedo no tenerte. En las noches, a escondidas, bajo las cobijas, te hablaré. En lo clandestino está de nuestro amor el destino. Que nadie se entere de que yo te quiero hoy y te quiero siempre, pero te querré más cuando tenga siempre, en el bolsillo, un billete.