lunes, 26 de mayo de 2014

Zona de promesas

Mi indicador de éxito es que me traigan un tinto al escritorio. Siento que estoy haciendo lo correcto y, si no lo correcto, siento al menos que estoy haciendo algo, cada vez que un buen samaritano considera que me vendría bien un café. Últimamente, esa persona es Consu, la señora que se encarga de los servicios generales en el lugar en el que "trabajo". Cada vez que me trae un pocillo lleno, salgo a la terraza y ella sale conmigo. Conversamos un poco de todo, de la vida, y hoy el tema fueron las elecciones de ayer:

-¿Votaste, Consu?
-No.
-¿Cómo así?
-Pues, voté en blanco. Siempre voto en blanco.
-¿Por qué?
-Dicen muchas cosas, prometen muchísimas otras, y no cumplen nada.
-¿Y en segunda vuelta? El voto en blanco no vale, Consu.
-Eso he escuchado. No sé. Tal vez Zuluga. ¿Sí se llama así? ¿Zuluaga? Por lo de las ocho horas de jornada escolar, los desayunos y los almuerzos.
-¿Y el proceso de paz?
-La paz la hacemos nosotros mismos. Lo que pasó con Pastrana pasa ahorita también. Diálogos, diálogos, diálogos y nada de nada. Hasta que no entendamos que la solución es no invertir más en armas, esas conversaciones no sirven para nada. Ése es el negocio de ellos, y solo cuando deje de darles plata, los jodidos vamos a dejar de ser nosotros.
-Pero, Consu, la guerra no se acaba con más guerra.
-Yo no sé. Ya me da pereza todo esto. Es cierto que no uno no puede decir que prometen y no cumplen hasta darles la oportunidad, pero no me dan ganas de creer.
-¿Nadie, absolutamente nadie te gustó ni un poquito ayer?
-Me gustaba Martha Lucía, porque es mujer y sabe lo que hace.
-¿Y Peñalosa?
-No, ese tipo se arrima al sol que más calienta y así no se gobierna un país.
-¿Y Clara? Yo voté por ella.
-Hablaba bonito, pero no.
-¿Y por qué no votaste por Martha Lucía?
-Quise marcarla a ella y a Clara, porque me gustaban propuestas de las dos. Pero uno ya es muy incrédulo.
-¿Y entonces qué vas a hacer?
-Esperar. Esperar y creer, creer pero en Dios, a ver si se apiada de nosotros, de una buena vez.

Entonces se me acabó el tinto y Consu se dio cuenta. Me recibió el pocillo y cada una siguió con su rutina.

Ni siquiera 'House of Cards' me ha quitado el afán de votar. 


Muchas veces he escrito que no se debe votar en contra de alguien, pero la vida da muchas vueltas y las contradicciones más bonitas son las que se admiten. Tal como ustedes, los dos millones de personitas que eligieron a Óscar Iván, que no votaron por el mejor Ministro de Hacienda sino por su jefe, no voy a votar por él sino en contra. Ni se les ocurra pensar que un voto por Juan Manuel es un voto por Juan Manuel. No. Un voto por Santos es un voto menos para UribeVel.

Es dolor de madre, como el de Martha Lucía, lo que siento hoy por Colombia, que se escandaliza por la situación de los vecinos pero no valora los privilegios que nos diferencian de ellos. Estar triste está de moda y yo estoy a un minuto de empezar a entender a Ricardo Arjona. Sabíamos que esto iba a pasar. Aún así salimos a votar esperanzados, los pocos que lo hicimos, sabiendo que cualquiera puede meter un gol en el minuto noventa y al marcador darle la vuelta.



No pasó. Peñalosa ganó en Unicentro y esa es su única victoria. Votar con esperanza es una característica con la que solo contamos los que lo hemos hecho pocas veces. En el amor y en la democracia, la falta de experiencia es sinónimo de ingenuidad. Por eso, aún elijo con el objetivo de irme a dormir sin arrepentirme de mi voto ni de haberle dado un beso a quien siempre he querido dárselo. Como dice Consu, no queda sino esperar; esperar que la gente salga a votar, ojalá en contra de ese paramilitar.






2 comentarios:

  1. No sé, creo que te amo.

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  2. Y si dejara de ser anónima mi querida manuela ¿tendría alguna oportunidad?

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