miércoles, 16 de diciembre de 2015

La paz que importa no le importa a nadie

Pita es una vereda de Colombia, en el departamento del Atlántico, en el municipio de Repelón, en el corregimiento de Las Tablas, a 1.085 kilómetros de Bogotá. Su tierra es árida, pero crecen árboles de limón y los limones botan buen jugo. Los habitantes se dedican al ganado avícola y porcino. El medio de transporte predilecto es el burro. El clima, en un día normal, puede alcanzar los 40 grados centígrados. Desde cualquier esquina de Pita se puede ver todo Pita. Si Macondo no fuera Aracataca, sería Pita. No pasa el tiempo, no pasa nada.

Todo Pita


En el 2000 las mujeres visten gris

Antes que la electricidad y el gobernador, antes que los primeros arcos de fútbol y tableros de baloncesto; antes que el agua, antes que el pavimento y el Ejército; antes que los inodoros y los cimientos, llegaron los paramilitares del bloque Norte de las Autodefensas, al mando Rodrigo Tovar Pupo, alias "Jorge 40".

Su líder en la zona -que no tenía agua, oro, oleoductos, corredores de drogas, centros médicos ni tierra fértil- era Rafael Eduardo Julio Peña alias "El Chiqui". El Chiqui y su gente llegaron a Pita el 31 de diciembre que se celebró el fin del milenio y asesinaron a cinco personas. Después, en el 2003, la gente volvió a llegar y mataron a tres personas más.

"El Chiqui" hace parte de la Ley de Justicia y Paz desde 2008


En la zona, que sigue sin tener agua, oro, oleoductos, corredores de drogas, centros médicos ni tierra fértil,  hubo presencia del frente 97 de las FARC desde finales de los 90 y ese fue el pretexto para ambas masacres, que ocasionaron el desplazamiento masivo y forzoso de la comunidad: para las AUC y para el Atlántico, Pita era colaborador de la guerrilla.

¿Qué tan colaboradora podía ser una vereda en la que solo hay una tienda? A no ser que un elemento determinante en la guerra sea la Big Cola, no hay nada que Pita pudiese ofrecer a ninguno de los bandos. Igual los masacraron.

Aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo

La tienda que vende Big Cola y otras cosas es de Nini Johana Rodríguez Romero. Hoy Nini tiene 34 años y es madre de tres hijos: Adriana, Yoiner y Eduardo. Adriana tiene 15 años, Yoiner, 11 y Eduardo, 6. Ellos son uno de los 38 núcleos familiares que componen Pita, en la que todos son Romero por algún lado.

Yoiner y Eduardo, como el resto de los niños, corren de casa en casa (no hay más de 40) y juegan fútbol. Uno de los niños es Moisés, que se diferencia de los demás por no usar pantalones con frecuencia. Las niñas montan en bicicleta, se tiran por las pendientes en ellas y juegan fútbol igual (o mejor) que los niños, porque no hay carros ni muñecas ni balones ni nada que abra una brecha entre sexos a la hora de jugar a algo. No hay nada con qué jugar. Todos andan descalzos y, cuando yo me quité mis zapatos y dejé mis diez dedos al aire, les impresionó ver que éramos de los mismos, de los que tienen cinco dedos en cada pie.

Con la camiseta de la Selección, Yoiner. A la derecha de Yoiner, Ever 


Todos los niños están registrados, pero no vacunados. Nunca en sus vidas habían visto una bolsa de agua, de esas que valen 400 pesos, y no sabía cómo se usaban. Ever y Orlando José estaban conmigo. Les quité las bolsas de las manos, les mostré cómo se muerde la esquina y se escupe el pedacito de plástico que queda en la boca; les dije que bajaran la cabeza y con desconfianza me obedecieron; les regué todo su contenido helado y transparente en la espalda, en la cabeza, en el pelo, en las orejas, en el cuello, y no tuvieron idea de cómo comportarse ante el agua fría.

Esa indiferencia tuya es la que me domina

Dicen las malas lenguas que una carretera, una escuela primaria, una cancha de fútbol y un módulo habitacional de madera son reparación. No, no, no y no. El fin del conflicto está obligando al Estado a aparecerse por donde jamás lo hizo y lo está obligando a hacer lo que debió hacer hace veinte años. Si en Pita no hubieran masacrado ni desplazado a nadie, ¿Recibiría también una cancha, una escuela, una carretera y unas casas? No se sabe y ya no se supo.

Panzas infladas no hay solo en África. Colombia está llena de Etiopías, de niños que juegan fútbol ardiendo en fiebre, que son más bajitos y menos inteligentes que el promedio, solo porque están mal alimentados. La Habana está a 2,211.24 km de Bogotá. Pita, a 1.085. Lo lógico es empezar por lo que queda más cerquita y darle a Pita la Reparación que se merece. 

Hoy, "El Chiquí" recibe mayor garantía de sus derechos que sus víctimas, hace parte de la Ley de Justicia y Paz y rinde versiones desde el 2009. De seguro toma agua transparente y fría, se baña todos los días, tiene todas las vacunas con su respectivo refuerzo, su inodoro desagua en una cañería y en un par de años será tecnólogo en alguna disciplina. Y la famosa ley pregona: 

"La presente ley tiene por objeto facilitar los procesos de paz y la reincorporación individual o colectiva a la vida civil de miembros de grupos armados al margen de la ley, garantizando los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación".

Esa ley quedó al revés. Yo habría escrito: 

"La presente ley tiene por objeto garantizar los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia y reparación, porque es la única forma de facilitar los procesos de paz, y cuando ya no quede nada más qué hacer, reincorporar individual y colectivamente a la vida civil a miembros de grupos armados al margen de la ley. Nadie dice que no sean reincorporados, pero no son prioridad. Les tocó al final".

Pita queda a 2 horas de Barranquilla y cuando llueve, llueve agua tibia

 10.521908,-75,234339 son las coordenadas exactas de Pita.

En las ciudades, en las calles, en los almuerzos familiares y en sus redes sociales, la paz tiene más cara de castigo, de karma, de que paguen esos desalmados, cuando debería tener cara de lápices, loncheras, vacunas, busetas, tomas eléctricas, casas cimentadas y agua transparente.

Si bien la famosa Ley incluye -en el Artículo 8, que describe el derecho a la Reparación- "la difusión de la verdad sobre lo sucedido", nadie tiene idea de que Pita existe. Nadie. No aparece en ningún mapa. Si lo buscan en Google, sale un restaurante en España. Si se los nombran, lo primero que piensan es en el plato de Crepes & Waffles. 


Pero Pita es todo lo que quienes que pregonan la paz no admiten. La paz que importa es que Yoiner tenga un balón. La paz que importa no le importa a nadie, porque la paz que importa es que Adriana pueda entrar a la universidad y que Nini tenga un baño en su casa. La paz que le importa a muy pocos es que en Pita haya agua limpia. La paz que le importa a la mamá de Moisés es que vacunen a Moisés, no que "El Chiqui" se pudra en una cárcel de Texas. Paz es que se recuerden a las víctimas del 2000 y del 2003. Paz es que Pita aparezca en el mapa y eso no se firma en La Habana. 

lunes, 30 de noviembre de 2015

Crónica de un grito de gol ahogado

Nelson compró nevera, lavadora, televisión y casi le alcanza para la secadora, con lo que se ganó por ser el taxista del italiano Alejandro, un ejecutivo de alguna multinacional con sede en Ibagué. Todo porque una noche de las primeras diez que iba a pasar en el Tolima, el europeo -aprovechando la confianza que habían tejido por la mañana y durante el día- le dijo a Nelson que quería perica.
Nelson llamó a un amigo, que le vendió un gramito a diez mil. El amigo le dijo que si la iba a vender a un europeo, que cobrara cincuenta mil, pero otro amigo le dijo que cien mil, y otro distinto dijo doscientos mil.
Nelson recogió a su fiel pasajero y le entregó el gramito. El europeo preguntó el precio y Nelson dijo que doscientos mil. Alejandro se sorprendió de lo barato y pidió uno cada noche. Entonces Nelson compró nevera, lavadora, televisión y casi le alcanza para la secadora.


El taxi del dealer ocasional me dejó en el Estadio Manuel Murillo Toro, donde se disputaba un partido de fútbol, entre la selecciones sordomudas masculinas de Guajira y Bolívar. Estas categorías se consideran de nivel inferior, cuando los atletas que las practican tienen destrezas superiores. Pídanle a Neymar que juegue fútbol callado y sin escuchar nada, ni siquiera los pitazos del árbitro; que corra, haga chilenas, tijeras, simulaciones de fracturas de vértebras, sin contar con la ubicación y equilibrio que le debe a sus oídos. ¿Podría hacer todo lo que hace? O pídanle al menos jugar al fútbol, a ver si le queda más fácil.


Los entrenadores se paran en la raya, como todos los demás. Maldicen y patalean, como todos los demás. Miran al banco, con resignación o con esperanza, como todos los demás. La diferencia es que, cuando griten un nombre, apodo o número, nadie se va a voltear, así se desgarren las entrañas. Los jugadores no piden el balón, no intercambian arengas o insultos. Cosas como “Si me estima”, “A los dijes”, “Salimos”, “Volvemos”, “Gol hijueputa” no existen. Los invito a jugar fútbol sin hablar, sin maldecir, sin gritar, a ver a qué terminan jugando.


Todos saben que los sordomudos hablan con señas. Todos saben aplaudir a un sordomudo, pero lo que nadie sabe y que yo descubrí hoy es que un costeño habla costeño así no hable. En todo hay sonidos. Hay sonidos, todo menos indescifrables. En la cancha, hay sonidos cuando algo duele y duele mucho. Un calambre, lesión o patada, hacen hablar a un sordomudo. Y, pues claro, cuando hay gol. Un gol hace hablar al que sea.

Este es uno de los que hablan costeño sin hablar.

De pronto, un señor con una camiseta que dice ‘Director’ dice: “Los recoge pelotas se fueron. Solo se fueron”. Al otro lado, tres niños recién salidos del colegio dicen: “Si no tuviera el uniforme, me metía a la cancha y daba vueltas, como hace la gente. Ahí sí me hago la de plata”. Entonces, el señor con la camiseta de ‘Director’ los encuentra con la mirada y les grita: “¿Quieren ser recoge pelotas?” y los niños dicen: “¡Bueno, hágale”. Los hace bajar, les guarda las maletas, para evitar que se lleven uno de los balones, les da un curso rápido (30 segundos) de cómo ser recoge pelotas y les asigna un puesto a cada uno.

Los recoge bolas después de su curso extra rápido.


El partido va en el minuto 93. Guajira va adelante por un gol y Bolívar marca. La banca celebra. Sacan una bandera. La entrenadora sube los brazos y sacude las manos arriba. Nadie ha gritado gol. Nadie. Pero todos saben cómo se siente. Si la felicidad existe, es un gol. Democrático, igual para todos, perfecto. El goleador se acerca al banco. Abraza a unos y recoge una bolsa de agua. Uno de los recoge pelotas recién graduado celebra el gol y lo echan por ser un mal recoge pelotas. El árbitro pita el final y los equipos se van. Yo salgo detrás de ellos y ahí está: el taxista -dealer ocasional-.  

martes, 24 de noviembre de 2015

El Absolutismo y el río Atrato

Una niña de mi colegio fue candidata a Señorita Colombia, en representación del departamento de Cundinamarca. Fue la sensación, entre quienes sabíamos que no era de Cundinamarca. Se sumó a la señorita que estuvo very felicing in cartagenin y a aquella que pasó a la historia por ser defensora de los derechos a la igualdad de género, sin saberlo.

La Real Academia Española define rey y reina así: “Persona, animal o cosa que por su excelencia sobresale entre los demás de su clase o especie”. La niña de mi colegio sobresalía entre todas las niñas de Cundinamarca, supuestamente, por su belleza, pero no le alcanzó para sobresalir en los otros 31 departamentos. Hay niñas que sobresalen por bailar bambuco, comer chontaduro o preparar café, pero a todos nos parece que es una exaltación sexual de la mujer, que la reduce a una imagen irreal, construida por y para hombres, en miras de la expansión utópica y comercial de una Mujer que no existe, Florence Thomas y todo lo demás.

En el Chocó es distinto. Allá, donde las carreteras están a medio hacer porque solo cabe la mitad de cada llanta, donde las hidroeléctricas no se terminan y se convierten en cascadas; allá, donde en un municipio de mil habitantes hay dos mil sufragantes y donde te enciman la pepa si compras mango en la calle, ser reina de belleza es ser monarca.

Mauricio, viendo a la Reina. Creía que todos la adoraban por haber ganado La Voz Kids. 


La Real Academia define monarca así: “Jefe del Estado de un reino, que ejerce normalmente la más alta representación de este y que arbitra y modera el funcionamiento de susinstituciones, recibiendo y transmitiendo su cargo por sucesión hereditaria”. Las dos veces que Raimundo Angulo ha elegido una Señorita Colombia chocoana, ha elegido, como ha hecho Dios con el resto de reyes y reinas en la historia, a la soberana del departamento más aislado del país.

Una señorita Chocó que es además señorita Colombia hace todo lo que los gobernantes, elegidos “democráticamente”, no hacen: representa, arbitra y modera. Visibiliza, recibe y transmite la realidad de su región. Por eso se hacen camisetas con su cara, se le obedece a ciegas, se paraliza la ciudad, se prende el carro de bomberos y se entonan las canciones que ella entone. El Chocó no es un departamento cegado por el machismo, no señores, es uno cansado -por fin- de jugar a la democracia.

Yo con mi camiseta de la Reina. 


jueves, 20 de agosto de 2015

Carta de amor no correspondido

Me acuerdo estar viendo por la ventana de mi salón de octavo grado, cómo un par de manes pinta construían en el prado de mi colegio una vivienda de emergencia. Fue mi primer contacto con Techo. Después, el niño que me gustaba me invitó. Le dije que no podía ir porque era menor de edad. Él dijo que no importaba, que él me entraba, como si fuera un bar, me entró y me quedé adentro.

Eso pasó hace cinco años. Cinco años de construcciones, reuniones impuntuales, voluntarios, beneficiarios, amigos y un amor. Cinco años de crecer en Techo, con él y por él. Cualquiera que me conozca sabe bien que tengo ene mil anécdotas y una tendencia constante a hablar de lo que he vivido gracias a la organización. Le debo ser lo que soy, soñar con lo que sueño, defender lo que defiendo y emputarme por lo que me emputo.

Si bien en estos veintidós años, diez meses y ocho días he construido lo que soy con cada puntilla que he puesto en cada una de las viviendas de emergencia que construí, todavía me faltan cositas. Estoy atravesando la adolescencia de los 22. Salir de la universidad a un trabajo de mierda porque es lo que hay; a no cumplir los sueños; pensar a largo plazo; no poder capar clase; no tener vacaciones; no ver a los amigos; pagar mis cuentas, pero a que me sigan pidiendo la cédula al comprar cerveza.

En uno de los puntos álgidos de mi adolescencia tomé una decisión: no voy a trabar en nada que no le haga la vida más fácil a alguien. Entonces tuve una regresión de cada barrio, cada niño, cada plato de comida, cada calle, cada líder, cada mamá que me topé en Techo y lo asumí. Si voy a estar sentada frente a un computador todo el día, que sea por el bienestar de alguien. Punto.

Me convencí como nunca de que la única forma de ser feliz es hacer feliz a alguien más y Techo siempre fue el escenario para eso. Con los astros alineados, había una vacante en Techo, para un cargo directivo y remunerado. Perfecto. Esta era la hoja de postulación:


Estos eran los requisitos del cargo:


Sé inglés, soy profesional, llevo en Techo 5 años, sé usar Office, trabajé en el área de Comunicación, vivo en Bogotá, hice mi práctica en Techo, fui personera de mi colegio, estuve en el equipo de basket, fútbol y ajedrez y en el coro de primaria. Sin aspirar a algo fuera de lo común, decidí enviar mi carta de motivación, que pueden leer acá: http://bit.ly/motivacion-manu y respondí la encuesta que me llegó al mail, después de postularme.

No estaba convencida de que el trabajo fuera mío. Incluso, toda mi vida peleé con la elección de cargos a dedo, por amiguis y que las convocatorias fueran solamente una máscara que nos poníamos, de "oh, qué organización tan justa con los méritos". La primera vez que fui Jefe de Escuela, me lo gané con nervios, pero me lo gané. La segunda vez, me hicieron una entrevista de mentiras e igual me lo gané. La tercera vez, me hicieron otra entrevista de mentiras y no me lo gané. Ahí empezó la tuza y terminó hoy.

Esto no es una carta de amor ardida, en la que hago pataleta por no haber sido escogida. No. Ni mucho menos. Siempre le he huido a los ex (presidentes) ardidos. Esto es una carta de amor, de un amor que no fue correspondido. El amor que yo le tenía a Techo y que Techo no me tuvo a mí. O, alguien que te ama, ¿Te termina con un mail?



Techo, te hablo a ti directamente. Gracias por todo lo que me diste. Nuestras primeras veces, nuestros cafés al atardecer, al amanecer. Gracias por hacerme grande, gracias por los besos, las lágrimas, los mocos y los chicles de tatuajes. Te debo tanto y lo reconozco, pero tú, tú no te diste cuenta de lo que yo te amaba. Hasta aquí llegamos. Nos veremos en las fiestas de amigos comunes, las grandes, a las que van todos. Se nos acabaron los momentos de intimidad y mi recurrente tendencia de hablarle bien de ti a todo el mundo. Como toda novia a la que le terminan por mail, vete a la mierda y avísame cómo llegas, porque te sigo amando.


lunes, 27 de julio de 2015

El Periodismo, Maluma y el SITP

Muy temprano en la carrera de Periodismo, y con muy temprano me refiero a las siete de la mañana, le enseñan a uno los criterios de noticiabilidad. Escribiendo en mi teclado de Community Manager, no los recuerdo muy bien. Algo tenían que ver con proximidad, actualidad, con los sujetos implicados… en fin. Quizás por mi poca capacidad para recordarlos tengo un teclado de Community y no uno de redactor, y los que tienen uno de redactor es porque seguro los conocen a la perfección. Entonces publican que a Maluma le dio duro la altura del Ecuador.



Hace quince días vi el video en el que un bus del SITP mata a una empleada de una estación de servicio de Terpel. Con “la mata” me refiero a que le pasa por encima. Me llené de ira y recordé una de las razones por las que tengo un teclado de Community y no uno de redactor: puesto que en mi memoria no hay registro de una sola vez en la que las instituciones de este país hayan actuado con rectitud, mantener la objetividad me queda muy complicado. La objetividad se enseñaba en la clase de las nueve, no tan temprano.

Cuando creí haber superado mi episodio de ira, llegó a mi scrolling la noticia de que habían violado una conductora del SITP. Me sentí ultra mal, por haber juzgado a todos los choferes del sistema, a raíz del arroyo de la empleada de Terpel. Una vez más, la deficiencia de nuestras instituciones quedaba en evidencia: no se enseña igualdad de género y los manes creen que la dignidad de una mujer no es tan urgente como los antojitos repentinos de su miembro.

El salchichón 

Hay una razón de peso para que los retratos hablados no se firmen con autor y fecha, como pasa con el resto de obras de arte: a cualquiera le daría vergüenza atribuirse semejante resultado de carboncillo y lápiz. Entonces, un día cualquiera usted se puede encontrar una secuencia de noticias así: Conductora del SITP violada en el bus que conducía, con un salchichón – Este es el retrato hablado del presunto victimarioHombres protestan por proyecto que busca prohibir andar sin camisa en CartagenaMaluma se enferma por altura en Ecuador. Y esos son los medios vigías de nuestra democracia. Esto lo aprendí en la clase de las dos.

Todos decimos mentiras porque siempre habrá razones para no decir la verdad, seguro habrá escrito Cohelo en alguna de sus páginas. Quién sabe qué motivó a la conductora del SITP a inventarse semejante barbarie y lo triste no es su deshonestidad. Los moralistas pueden estar tranquilos, ella ya no va a ir al cielo y nadie nunca la va a volver a contratar.

Preocupante es que los periodistas hayan caído en la trampa, después de haber ido a mis clases de siete, de nueve y de dos. Dicen que el parte de Medicina Legal -en un principio- reconoció la existencia de una violación, pero yo no estudié medicina sino Comunicación. Aún peor que la ingenuidad de mis colegas, es que la noticia nos pareció creíble y probable a todos. Sin tapujos, el SITP pudo emitir un comunicado en el que asegurara que cada bus cuenta con monitoreo satelital, cámaras de seguridad y botones de pánico, y que no habían registrado dicha violación con un salchichón. Pero no, y ya no tuvimos miedo de lo que pasó sino de lo que puede pasar, que es peor.


Hay que admitir que es reconfortante saber que a la pobre mujer no la violaron con un salchichón ni con nada y que por lo menos en Patio Bonito sí hay puntos (que funcionan) para recargar la tarjeta del SITP. 

martes, 21 de julio de 2015

Las Cometas Perseguidas 3: Todo empieza cerca del final

Las niñas aprendemos a ir al baño primero, pero a los niños les cambia la voz, les crece pelo, la frente, la nariz y lo otro, más rápidamente y se vuelven adultos antes que las niñas. A Bryan le cambió la voz, le creció la frente y la nariz, se hizo un piercing y ahora es más alto que yo. Cuando lo miré, supe que le había pasado algo más que el tiempo. 


Si quiere entender el entorno en el que creció Bryan, puede hacerlo acá. 
Si prefiere leer por qué somos tan amigos, hágalo acá. 
Si quiere saber en qué va el amor que nos guardamos, continúe aquí.  


Nunca he sabido la edad real de Bryan. Quizás eso fue lo primero que nos unió. 
-¿Cuántos años tienes?
-No sé si nueve o diez. 

No era conformismo sino tranquilidad, de saber que aunque pasaran los días, los meses y los años, uno iba a seguir siendo lo que era y ya. Si bien no sabíamos su edad y yo parecía considerablemente mayor, él siempre me cuidó de los perros bravos y me dio la bendición cada vez que me dejó en la parada del bus. Nunca definimos quién protegía a quién. 

El hermano que siempre se vio más serio y maduro abrió la puerta. Bryan estaba detrás y me alcanzó a ver por encima de la cabeza de su hermano mayor. Deseé que no fuera él, sino un primo que había venido de visita desde algún lado, o el vecino que estaba haciendo un mandado, o el novio de la hermana que estaba dejando un regalo. Era él. Él y sus ojos de siempre, que me miraron convencidos de que no me iban a volver a ver nunca más y yo estaba al frente. 

Tenía un suéter blanco y zapatos puestos; el corte de pelo más horrible que jamás haya visto; su estatura era el doble desde la última vez que lo vi; tenía perforada la ceja izquierda con una joya amarilla; la nariz le había crecido desproporcionalmente, pero yo sabía quién era él y él sabía quién era yo. 

Con dos cometas en la mano, me sentí ridícula de haber pensado que semejante adolescente tendría al menos un cuarto de interés en elevar una cometa conmigo. De una vez dije que eran para sus hermanas pequeñas y así evitarme más vergüenzas. Se las entregué y él ni las miró. Estábamos incomodísimos. Como un matrimonio por conveniencia que recién se conoce y están obligados a amarse para siempre, pero al revés. 

Sentí un nudo no tan ciego en la garganta y alcancé a preguntarle cómo estaba, en qué curso iba y me dijo que había dejado de estudiar. Hice cálculos y, así no supiera su edad, supe que era imposible que se hubiera alcanzado a graduar. Me dijo que era reciclador y el nudo –ahí sí- se me encegueció del todo y no pude hablar más. Se me quitaron las ganas de jugar en el parque, de desayunar en la panadería y de elevar la cometa, como lo habríamos hecho siempre. Contrarresté el dulce de mi café con unas lágrimas que derramé mientras él quemaba tiempo en la cocina. Solo quería irme y él quería que me fuera. 

Dije: “Bueno, me voy porque me tengo que ir”, o algo  así.  Por primera vez, nadie puso un pero a mi despedida. Abracé a Bryan con un dieciseisavo de la fuerza habitual para no incomodarlo más y le dije al oído que lo quería. Me respondió algo indescifrable, me abrió la puerta y me fui llorando. Subí la loma de la que tiramos una vez aviones de papel, me tomé un jugo en la panadería en la que desayunábamos, se lo pagué a la tendera que nos atendía a los dos, esperé el bus sin él y lo terminé abordando sin su bendición. 

Desde ese momento, busco las razones para que Bryan se haya perdido de sí mismo así. Ni el tiempo ni las hormonas pesan tanto. Alguien le habrá hecho algo, alguien se habrá atrevido a hacerle algo y él solo buscó protegerse siendo igual a los que lo molestaban. O de pronto quiere trabajar para comprarle ropa al hermano mayor y cometas a las hermanas menores, porque él es así; él sigue siendo así y no voy a permitir que las instituciones corruptas y ausentes de este país le quiten a Bryan lo que es él. Por lo menos no a mi Bryan. 

Si alguno llega a ver a mi Bryan por la calle, por favor no se cambie de andén ni busque el gas pimienta en la maleta. Aunque nadie lo crea, ni siquiera él, sé que sigue siendo el volador de cometas, regalador de bendiciones y domador de perros salvajes que yo conocí. Si se lo encuentran, por favor recuérdenle que lo quiero y que eso nos va a bastar -si no para cambiarlo a él- al menos para cambiarle el peluqueado. Para identificarlo, Bryan ya no se ve así, pero sigue mirando igual.   






domingo, 12 de julio de 2015

No me dejo morir

Llevo 3 meses y 12 días trabajando en algo que no me enseñaron en la universidad, como la mitad de mis amigos. La otra mitad está trabajando en lo que mi mitad consideraba aburrido. Mi mitad trabaja en algo que la gente cree que sabemos hacer, incluidos nosotros.

Todo lo que nos acredita para este trabajo es estudiar para el parcial en el hueco, improvisar con fluidez para la exposición y ganarnos almuerzos gratis solo con mandar un tuit. Somos geniales en las entrevistas y redactando honores para la hoja de vida: equipo de debate, club de rock and roll, apreciador de cine y equipo de canotaje. Y nos contratan, claro que nos contratan, porque no nos dejamos morir.

Qué tentadora es la quincena, la caja de compensación, la prima, la EPS y la pensión. Choose a fucking big television. Choose good health, low cholesterol and dental insurance. Llegar a la casa, cansada hasta la muerte de no ayudar absolutamente a nada, pero con un día más de cotizar pensión. Qué gratificante.

Con ánimos de no conformarme, cosa que tenemos en común los que pertenecemos a mi mitad, busco ofertas laborales un poco más útiles y esperanzadoras. "Se busca", "oferta laboral", "#TrabajoSíHay"... Hay una luz en algún lugar, hasta que piden 5 años de experiencia.

Si yo tuviera 5 años de experiencia, mis papás estarían en la cárcel por abuso infantil. Sé y soy todo lo que pide esa oferta laboral, excepto llevar 5 junios sin salir al mar. Yo lo considero algo positivo. En estos 3 meses me he vuelto más infeliz y podría argumentar que la experiencia laboral solo lo hace a uno menos viable.

365 días, por 5 años, son 1825 días; menos 102 que llevo trabajando, 1723. He decidido vivir los siguientes 1.723 días que me faltan para completar los 5 años de experiencia, como si fueran un servicio militar. En el 2020 aplicaré a un trabajo del que llegue cansada de cambiar un poquito el mundo, en el que no me tiente la EPS ni la caja de compensación, sino solo hacer las cosas por amor.








jueves, 5 de marzo de 2015

Desde Quibdó hasta Chía y no perder la ida: sobre el olor de la justicia

“En el Chocó nunca utilizaba estos”. –dice Isacio señalando el tenedor y el cuchillo- “Todo eran con cuchara. Hasta la carne”. Se está comiendo una bandeja paisa completa. Huevo, fríjoles, arroz, carne, maduro y chorizo. “Aquí en Bogotá todo es light. La gente come todo chiquito. A veces hasta me toca pedir dos porciones de arroz porque no me alcanza. Eso es lo que extraño de mi casa: la comida, la comida harta”.

A pesar de su apetito, Isacio todavía tiene la contextura de un niño. Tiene 15 años, apenas le está saliendo el bigote y cuando le digo que es un bebé para estar en la universidad, responde: “Tengo edad de bebé, pero no me siento como un bebé”.

En un país donde un violador y asesino de 147 niños anda campante quién sabe por qué calle y quién sabe usando qué nombre, no tenemos idea de qué es la justicia. Podríamos definirla como la goleada de Alemania a Brasil en el mundial del 2014. Ese fresquito que sentimos y nada más. No sabemos cómo se siente, cómo se ve ni cómo se hace. Que nos han contado sobre ella, sí. Y que a veces nos deja rastros que nos obligan a seguir creyendo, también. Igual, estamos convencidos de que aquí todo se lo roban o lo compran, y así nadie tiene lo que se merece.

En los resultados de la Prueba Saber 11, a los estudiantes inscritos en Sisbén versión III antes del 19 de septiembre de 2014, se les notificaba si podían ser beneficiarios del programa del Ministerio de Educación, ‘Ser pilo paga’. Con un aroma de río Atrato, mezclado con viruta de lápiz y con gotas de sudor del partido que se jugó al medio día, el olor de la justicia lo sintieron en alguna parte del barrio Palenque, en Quibdó, cuando la mamá de Isacio, doña Digna, se enteró de que su hijo mayor iba a estudiar una carrera profesional en la universidad que le diera la gana y a ella no le iba a tocar pagar nada.

Lo que vino después fue la fiesta en la casa de la tía.

“Mi familia es muy rumbera”, cuenta mientas sube los puños al nivel de los pectorales, sonríe con discreción y mueve con ritmo un hombro a la vez hacia adelante. “Yo siempre fui el tranquilo, el contemplativo. No el aburrido. No. Pero siempre fui el más callado. Mi hobbie es estudiar. Por eso, cuando mi mamá me iba a regalar un celular Lenovo, le dije que no, que me regalara el pre ICFES. Después, cuando me gané la beca, el colegio me dio un premio: un celular y ahora tengo WhatsApp”.

“Mi papá se murió de cáncer de colon cuando yo tenía 12 años, y creo que fue por corrupción y negligencia del sistema de salud del Chocó, porque no le dieron el tratamiento que necesitaba. Estoy seguro. Vine a Bogotá a estudiar medicina pero no había cupos en los Andes, en la Javeriana ni en el Rosario. La Sabana me dio la posibilidad de empezar Ingeniería Química y cambiarme en julio. Por eso estoy acá… y pues por el campus”. Su sueño es ser médico y ser como Ben Carson. Isacio sabe quién es Ben Carson, Rodolfo Llinás y Raúl Cuero. Nombres que para el promedio son desconocidos y qué vergüenza, pero para él son sus “tres pilares”, sus modelos a seguir, sus médicos favoritos, porque como quien ama el fútbol y a ama a Falcao, Isacio ama la medicina y tiene médicos adorados.

El plan de acción es el siguiente: pasarse a la carrera de medicina en julio, acabarla, especializarse en neurocirugía, conocer al futuro Ministro de Salud mientras tanto, quizás dictar algunas clases en universidades, regresar a Quibdó, contactar al ya amigo Ministro de Salud y pedirle que lo nombre Secretario de Salud del Chocó.  



Todos los viajes son viajes de regreso. Isacio vino a estudiar Medicina en Chía, sólo para poder devolverse siendo doctor a Quibdó algún día.

-Me han entrevistado en muchos lados y todos me preguntan lo mismo que tú.

-Dime entonces algo que no le hayas dicho a nadie.

-Tengo novia. En el Chocó.

-¿Cómo se llama?

-Berta Palacios.

-¿Cuánto llevan?

-Año y medio.

-¿Y estás muy muy enamorado?

-(…) Enamorado.

-¿Van a terminar?

-No sé, porque casi no hablamos.

Porque piensa más rápido de lo que corre, Isacio juega de diez. Volante creador. “Mi jugador favorito en el mundo es Cristiano Ronaldo. Soy del Real Madrid, soy merengue, soy blanco… de corazón”. Porque le toca mantener un promedio superior a 4.0 y porque vive a dos horas y media de La Sabana, (en el barrio Candelaria la Nueva, en Ciudad Bolívar, con los tíos), Isasio ya no tiene tiempo para ver ni jugar fútbol, pero está feliz.

-¿Te dan un subsidio a parte de la beca?

-Cuatro salarios mínimos semestrales.

-¿Y para qué los usas?

-Para transporte, para almorzar.

-¿Te alcanza?

-A veces no tanto, pero entonces Juanjo me invita a almorzar o me completa (señala a Juanjo, que está almorzando con nosotros).

-Hay gente que dice que el programa ‘Ser pilo paga’ no es tan bueno porque a ustedes no les alcanza la plata que les dan para mantenerse.

-¿En serio? Mira, yo no sé desde cuándo soñaba con venir a estudiar a Bogotá y ya estoy acá. Y si no era en Bogotá, era en Medellín o en Manizales, no sé, pero yo iba a estudiar para ser médico. Aunque sí preferiría vivir más cerca, para no desperdiciar horas de estudio en un bus, sé que voy a verme graduado de La Sabana. Pero, ¿Sí ves? Lo que me importa son las horas de estudio, no los cinco mil pesos diarios que me gasto en transporte.

Con Juanjo


Poco a poco, la cuchara se va quedando sola en el plato de la bandeja paisa, que debe estar helada. Isacio es un conversador ejemplar y ha debido ser así siempre. Por eso creo que debe estar acostumbrado a que la comida se le enfríe. En nuestra charla hablamos de los libros que ha leído, del cuatro cero que le metió Alemania a Argentina en el 2010, del computador que le regalaron en la universidad y del libro de pre cálculo que lleva en su maleta de la Selección Colombia. “El conductismo es la peor corriente de la psicología”, dice el Chacho (siempre le han dicho así, aunque asegura que de chacho no tiene nada). “A mí nadie me ha estimulado para que yo responda de la manera en que actúo. Seguro mis padres me inculcaron alguna vez que el estudio era la forma de salir adelante, pero yo solo buscaba los libros o las cosas en internet. Yo estoy acá porque yo quise”.

El Chacho tiene clase a la una. (Son las 12:50)

-Todavía me acuerdo de la primera vez que subí en escaleras eléctricas.

-¿Cuándo fue eso?

-En septiembre.

-¿Dónde estabas?

-En Centro Mayor.

-¿Te gustó?

-Me dio miedo pero me gustó. Ya no volví a usar las escaleras normales para nada.

Existe un dato que no está cuantificado. Un protagonista de esta historia que casi permanece en el anonimato: Juanjo, con quien que no cuenta oficialmente el Ministerio, pero que los becarios como el Chacho se encuentran en clase de matemáticas.

Dejamos al Chacho en la puerta de su salón. Quedamos de programar un paseo a Zipaquirá, porque lo quiere conocer y nunca ha ido más allá de Centro Chía.

-Juanjo, ¿Invitas mucho al Chacho a almorzar?

-No siempre. A veces le completo de a mil y ya. Otras veces lo invito. Cuando nos queremos dar gusto, lo suelo invitar. Si no, almorzamos barato y ya.

-¿Por qué lo invitas?

-Porque es mi amigo.

-¿Crees que alguien más lo querría invitar a almorzar?

-Depende de la persona, pero creo que cualquiera, de verdad.


Las calzonarias

En lo que va del 2015, han muerto 20 niños por desnutrición y falta de agua potable en el Chocó. La Defensoría del Pueblo y la ONU, a través de Todd Howland, han estado atendiendo y denunciando los hechos. Exactamente en quince días, la Corte Constitucional citó a audiencia pública por la crisis de salud en el departamento. Asistirán el procurador General, el ministro de Salud, el contralor General y el superintendente de Salud y, mientras tanto, un borracho con la camisa desabotonada “insulta” a alguien diciéndole que lo va a mandar al Chocó… Ojalá a mí alguien me dijera que me va a mandar al Chocó.


Admitamos de una vez que no muchas cosas van a salir de esa audiencia pública. Si acaso, una foto de Alejandro Ordoñez en calzonarias. Admitamos que desilusionarse de este país es muy fácil, especialmente en un año que no hay mundial. Hay que mirar con detenimiento para encontrar aquellas cosas que alimentan el olor a justicia, con quizás el mismo efecto del Ricostilla, acrecentando un aroma perceptible a metros de distancia, igual que se identifica a Isacio en La Sabana.  

jueves, 19 de febrero de 2015

La Corte Constitucional es una ex novia ardida

El presente texto no tiene respaldo científico ni estudios ni cifras ni excusas médicas. Tampoco trabajo en ningún periódico del que me puedan echar, entonces no importa.  


Un tweet. Con un tweet la Corte Constitucional dijo ayer que las parejas homosexuales no pueden adoptar niños. Con un tweet. Igual que una ex novia resentida que manda indirectazos. La Corte Constitucional es una ex novia ardida que manda indirectazos.

Estoy tranquila y preocupada a la vez. Tranquila porque, si no ayer, el día en que las parejas homosexuales puedan adoptar hijos no biológicos va a llegar. Gústele a quien le guste.

Más o menos así se sentía Galileo Galilei, cuando descubrió que la Tierra giraba y nadie le creyó y lo mataron y después se murieron todos los que lo acusaron y después nacieron solamente personas que reconocieron que no estaba equivocado. Lo mismo va a pasar acá. Todos nos vamos a morir.

Estoy preocupada. La gente confunde retrógrado con ignorante y, aunque se parecen, no son iguales. Retrógrados son los que creen que el único amor real es el que hay entre un hombre y una mujer; el que se deriva hacia unos hijos concebidos en una relación sexual que existe con fines específicamente reproductivos, y la semillita de papá se siembra en la de mamá. Plop plop plop. Aquí (sí) hay amor.

Ignorantes son la mayoría de los oyentes de Julito. "Julio, la homosexualidad es una práctica normal. Sí. Como la pederastia, la zoofilia y la pedofilia", "Julio, uno no ve a dos leones macho criando a su cachorro león", "Julio, son las leyes de la naturaleza", "Julio, la gente tiene derecho a ser homosexual", y Julio para acá y Julio para allá.



Este es un ultimátum para ustedes, retrógrados o ignorantes, que aunque son amigos no son los mismos: ríndanse ahora. No tenemos toda la eternidad para esperarlos a que estén listos. Bogotá no estaba preparada para el clima de Melgar pero igual se lo está aguantando. Tómenlo como el calentamiento global: una amenaza, pero al menos pueden salir en shorts y lo gay no se les pega (si se echan bloqueador).

Colombia tiene el mismo nivel de igualdad de las tarjetas del SITP. Siempre jerarquizándonos, por política, por plata, por estrato, por pinta, por fútbol, por tarjetas del SITP y ahora por amor. El amor se siente igual en todos, un corazón roto es el dolor más universal y a mí que me importa a quién decidan amar los otros. Lo que me importa es que se decidan amar y ya.

jueves, 12 de febrero de 2015

Comunicado oficial del equipo de remo sobre la situación en La Sabana

1- La totalidad de esta tormenta universitaria, que últimamente nos ha privado de nuestros entrenamientos, tiene un mismo génesis: nos sentimos dueños, mas no parte de nuestra universidad.

2- Cada vez que alguien se burla de nuestras inundaciones, de la belleza de nuestro campus, de la supuesta facilidad de nuestras carreras, le saltamos encima, como las garzas del lago.

3- Pero del jarillón para adentro, no nos sentimos tan unificados, excepto el equipo de remo que es super unido.

4- Si fuéramos más amigos y nos uniéramos para cosas más trascendentales que un Harlem Shake (que nunca vimos), nadie se la montaría a los becarios, ni se robarían los guayos, ni nos pondríamos los cachos.

5- La verdad es que el único símbolo de unidad que tenemos es la Salsa Embarcadero.

6- El equipo de remo hace un llamamiento a toda la comunidad estudiantil para que cese la tormenta y podamos retomar nuestros entrenamientos.

7- El equipo de remo hace un llamamiento a la institución para que permita los espacios de integración y de democracia, para que los estudiantes se apropien de su universidad en un nivel superior a la salsa.

8- La única forma de que nos sintamos no dueños sino parte de la universidad es, obviamente, participando de ella. Esa participación nació en la Antigua Grecia y se llama Democracia, y no se lo inventó el equipo de remo.

9-El equipo de remo considera que eso se enseña y se evalúa en todas las facultades. Por tanto, la universidad no solo debería ser el espacio de aprendizaje sino de práctica de la actividad democrática.

10- La información se comprueba, se confirma, se contrasta y se comparte. El equipo de remo reconoce que solo así es posible una participación justa, en donde se tengan en cuenta todos los argumentos y contraargumentos de todas las partes.

11- Si la universidad nos enseña, nos evalúa y nos raja por no saber argumentar, el equipo de remo no entiende por qué nos están negando la posibilidad de participar en un debate.

12- Como no hemos podido volver a entrenar, debatir es lo único que nos queda.

13- Juramos solemnemente citar en normas APA, si de eso se trata. 

14- Pero queremos debatir, así sea solo por debatir.

15- Este equipo de remo no existe.