martes, 25 de octubre de 2016

Los de la traga maluca

Vi los videos del Pastor Arrázola. Concluí que más de una costeña fanática debe estar enamorada de él y sueña pecaminosamente con su pecho velludo cada noche, pero no lo confiesa. Es que es muy fácil enamorarse de semejante galán: oratoria perfecta, paciente graduado de diseño de sonrisa, banda de rock, juegos pirotécnicos y estadios llenos. Un partidazo, como todos sus colegas. 

Con cada palabra que dice, aumenta el ego de sus enamorados. Dios te ama, hoy estás muy bonito, Dios te espera, qué lindo billete el que tienes, Dios te perdona, gracias por venir, Dios te defiende y Dios envía sus avispas pa' que los piquen. Intercala así sus cortejos con expresiones altivas, llenas de odio hipócrita y solapado, pero es que es muy fácil amar a alguien que te adula y te dice que todo va a salir como te lo mereces, porque eres perfecto, así tu vida sea una vil mierda. 

La nueva inquisición, los que vinieron a salvarnos del castrochavismo homosexual, los que encarnan la maquinaria política goda del país no se pueden juzgar, porque son muy fáciles de conquistar. Sus votos valen palabras bonitas, canciones moviditas, costeños manga y pandebono con avena a la salida. Están en medio del idilio que todos hemos vivido. Una borrachera de amor en la que le dicen que sí a todo, menos a la paz. 

Enamorados del Pastor de Cartagena, de Bogotá, de Pereira, o de donde sea, no los juzgo, porque no juzgo ninguna forma de amor. Lo que es una pena son los responsables de su estado. Esos que se aprovecharon de su naturaleza enamoradiza; que los conquistaron con una iglesia imponente y unos dientes blancos, que relucen cada vez que su dueño termina de decirles por quién votar, a quién odiar, qué no comer y que es posible curarse de las cosas que no son una enfermedad. Tranquilos. Lo que sí sé es que Dios los ama así, con traga maluca y todo.



La traga maluca

miércoles, 19 de octubre de 2016

Sean hombres

El 13 de octubre en la mañana, un desgraciado se creyó lo suficientemente hombre para agarrarle el culo a una niña que amo. Aunque ni su papá, ni sus tíos, hermanos ni amigos estaban con ella, sé que fueron ellos los más adoloridos con el atrevimiento. Hay que tener muy poca hombría para preferir agredir a una mujer antes que conquistarla, porque no hay nada más atemorizante que la saques a bailar una canción y al segundo compás, te diga que no. Así somos: tenaces, difíciles, insoportables. Es normal que los hombres se acobarden, se achicopalen ante un par de piernas o de ojos despampanantes, pero los valientes son silenciosos y constantes. Esos que se atreven a cogerte la mano antes que el culo; a encaminarse con esperanza y sin recompensas inmediatas, por el camino del cortejo, siempre expuestos a la posibilidad de que un día amanezcas y los mandes a la mierda. Señor, no se envalentone, ni se le infle el pecho por alcanzar a cerrar el puño en unas nalguitas bien definidas y ajenas. Usted no es ágil, no es veloz, ni es un varón. Es todo lo contrario, y no una mujer, porque muchas tenemos más hombría que usted.

lunes, 17 de octubre de 2016

Sí, con tilde

Dile que sí, aunque te estés muriendo de miedo, aunque después te arrepientas, porque de todos modos te vas a arrepentir toda la vida si le contestas que no.

Gabriel García Márquez



El miércoles cumplí 24 años. Toda una vida, para alguien de catorce. Con la vida por delante, para alguien de sesenta y cuatro. A mí me ha alcanzado para determinar la diferencia entre el sí con tilde y el si sin tilde. Y ha sido suficiente aprendizaje en mis dos décadas y pico de estar viva. 

Sí con tilde es lanzarse de cabeza a la piscina. Si sin tilde es tantear la temperatura desde las escaleras. Sí con tilde es no temer a quedar en ridículo por declarar el amor. Si sin tilde es no salir a votar por la paz. Sí con tilde es abanderarse de lo que sentimos, de lo que somos. Si sin tilde es esperar a que el tiempo nos diga si es cierto o no. 

En 24 años, he visto todo lo que el famoso tiempo ha querido que viera, he dado todos los besos que ha querido que me dieran, he escrito –quizás- un poco menos de la cuenta, pero lo que he vivido lo he hecho con tilde, siempre sincera. Y el tiempo enseña que hay cosas que no se curan, así, en 24 años, haya conocido gente hermosa que tiene una fe ciega en que los minutos, horas, días, años, décadas traen las respuestas. 

Hace ya 2 semanas, cuando todavía tenía 23, dije sí con tilde a la paz, aunque las tildes no hayan sido suficientes y nos hayamos quedado en un doloroso si bien. No solo a la paz le he dicho sí con tilde. Se lo dije a ser quien soy, a amar, a esperar, a decir la verdad, a emborracharme cuando me quiero emborrachar, a hablarle cuando le quiero hablar, así mis amigos me digan que cuide mi dignidad. 

Si todos viviéramos con el sí tildado, no habría por qué andar calculando. Calculando saludos, palabras, paces, guerras, movimientos, invitaciones, canciones, pasos, planes, venganzas, cárceles ni penas. Mucho menos esperar a que el bendito tiempo nos dé la razón o la culpa. Y si nos enamoramos, chévere. Y si no, también. Y si hacemos la paz, por supuesto. Y si no, ni pensarlo. 





jueves, 6 de octubre de 2016

Una chica difícil

Esa que te hace sufrir. Que te dice que no y luego que sí. En la que piensas todo el día, sin decirle nada. Lloras por todo, pero solo es por ella y no se lo admites a nadie. Está en todas las canciones, en todos los rincones, en todos los Volkswagen y tú, por miedo, no le dices nada. Esa chica difícil que te quita las esperanzas, porque aunque se haya ido no tienes otro plan que esperarla. Desde que te dijo que no, dejaste de sonreír. Perdiste todo interés en debatir. Te animan a no perder la fe, pero tú no hallas en qué creer. La tuviste tan cerca y ahora está tan lejos, y porque la extrañas sólo reafirmas cuánto la amas. Una chica difícil que se hace desear, porque las ganas de tenerla aumentan entre más se va. Así es la paz.



martes, 4 de octubre de 2016

La paz will rock you

No es la primera vez que vivo una tusa, pero sí es la peor. Entendí que estas penas sabían nadar y no podría ahogarlas con nada. No hallaba una razón para justificar los votos del No (todavía no lo hago), pero me dolía aún más la abstensión. Esas personas que por guayabo, frío o confiados se habían quedado en sus casas viendo Agrocampo, me dolían más que nada. Si hubieran salido a votar por lo lógico, no estaríamos en este doloroso caos. 

Luego me vine a enterar de que los principales opositores del acuerdo solo lo querían plagiar, como le pasó a Mark Zuckerberg (que cuando sus enemigos se dieron cuenta de que Facebook era un éxito, lo quisieron tumbar para copiar la idea y ser millonarios ellos). Más tarde leí que el cese bilateral solo iría hasta Halloween, que Gina renunció al Ministerio y que James no iba a jugar contra Paraguay.  La peor semana de mi vida y apenas era martes. 

Vino una conversación enamoradiza a las 10:02 de la noche del domingo, algunas llamadas inesperadas de amigos de toda la vida, regaños de profesores del colegio, un Milo tibio y un abrazo de mi jefe. Con esa mezcla me animé para escribir lo que escribo ahora y advertirles a los abtencionistas que we will rock you. Porque con los uribistas no se puede conversar, esa lucha la damos felizmente por perdida, pero con los perezosos, confundidos, friolentos, enguayabados y parsimoniosos, será un placer y los vamos a convencer. 

A mis amigos del Sí (o sea, todos los del Sí): recojamos los trozos de nuestros corazones rotos, mientras caminamos por las calles. Dejamos pasar la oportunidad de nuestras vidas y, porque parecía perfecta, parecía también la única. Si el huracán Mathew devolvió la nieve a los picos de la Sierra Nevada, algo bueno siempre llega con el sufrimiento y con perder un plebiscito (o una materia) por menos de 0,5. 



domingo, 2 de octubre de 2016

Amada Paz

Llegaste tarde, pero de repente. Desde que estuviste acá, los días fueron más soleados, las canciones siempre alegres y las noches más cálidas. Contigo, lo cotidiano era sonreír. Las fiestas eran más frecuentes, los saludos más sonrientes y parecía que todos se contagiaban de lo que me provocabas. Nos tratábamos mejor porque tú estabas acá. La afinidad fue tanta, que la única explicación fue chantarle al destino nuestro encuentro. Llegaste de repente, pero tarde, porque tenías que llegar. Todo lo que suele justificarse con casualidad se articuló perfectamente para hacernos bailar, enamorarnos, caminar de la mano, y no tuvimos más remedio que rendirnos ante la vida y admitir que we were ment to be. Pero por una letal mezcla de cobardía y orgullo, el día de nuestra fiesta más importante, te fuiste y me dejaste ahí, acá. Y acá me voy a quedar. Me niego a que todo lo que vivimos y sentimos sea temporal. Así que te voy a esperar. Te extrañaré de hoy en adelante. Recurriré a las memorias que tengo de ti para darme fuerzas. Creceré, maduraré y leeré para tener cosas qué contarte. Con tu partida es muy fácil perder la fe y el desconsuelo es insoportable, pero quiero creer que un día nos reencontraremos para  reírnos del de hoy, entendiendo por fin lo inentendible: que te hayas ido, porque no quisiera yo morirme sin tener algo contigo.