domingo, 2 de octubre de 2016

Amada Paz

Llegaste tarde, pero de repente. Desde que estuviste acá, los días fueron más soleados, las canciones siempre alegres y las noches más cálidas. Contigo, lo cotidiano era sonreír. Las fiestas eran más frecuentes, los saludos más sonrientes y parecía que todos se contagiaban de lo que me provocabas. Nos tratábamos mejor porque tú estabas acá. La afinidad fue tanta, que la única explicación fue chantarle al destino nuestro encuentro. Llegaste de repente, pero tarde, porque tenías que llegar. Todo lo que suele justificarse con casualidad se articuló perfectamente para hacernos bailar, enamorarnos, caminar de la mano, y no tuvimos más remedio que rendirnos ante la vida y admitir que we were ment to be. Pero por una letal mezcla de cobardía y orgullo, el día de nuestra fiesta más importante, te fuiste y me dejaste ahí, acá. Y acá me voy a quedar. Me niego a que todo lo que vivimos y sentimos sea temporal. Así que te voy a esperar. Te extrañaré de hoy en adelante. Recurriré a las memorias que tengo de ti para darme fuerzas. Creceré, maduraré y leeré para tener cosas qué contarte. Con tu partida es muy fácil perder la fe y el desconsuelo es insoportable, pero quiero creer que un día nos reencontraremos para  reírnos del de hoy, entendiendo por fin lo inentendible: que te hayas ido, porque no quisiera yo morirme sin tener algo contigo. 




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