lunes, 17 de octubre de 2016

Sí, con tilde

Dile que sí, aunque te estés muriendo de miedo, aunque después te arrepientas, porque de todos modos te vas a arrepentir toda la vida si le contestas que no.

Gabriel García Márquez



El miércoles cumplí 24 años. Toda una vida, para alguien de catorce. Con la vida por delante, para alguien de sesenta y cuatro. A mí me ha alcanzado para determinar la diferencia entre el sí con tilde y el si sin tilde. Y ha sido suficiente aprendizaje en mis dos décadas y pico de estar viva. 

Sí con tilde es lanzarse de cabeza a la piscina. Si sin tilde es tantear la temperatura desde las escaleras. Sí con tilde es no temer a quedar en ridículo por declarar el amor. Si sin tilde es no salir a votar por la paz. Sí con tilde es abanderarse de lo que sentimos, de lo que somos. Si sin tilde es esperar a que el tiempo nos diga si es cierto o no. 

En 24 años, he visto todo lo que el famoso tiempo ha querido que viera, he dado todos los besos que ha querido que me dieran, he escrito –quizás- un poco menos de la cuenta, pero lo que he vivido lo he hecho con tilde, siempre sincera. Y el tiempo enseña que hay cosas que no se curan, así, en 24 años, haya conocido gente hermosa que tiene una fe ciega en que los minutos, horas, días, años, décadas traen las respuestas. 

Hace ya 2 semanas, cuando todavía tenía 23, dije sí con tilde a la paz, aunque las tildes no hayan sido suficientes y nos hayamos quedado en un doloroso si bien. No solo a la paz le he dicho sí con tilde. Se lo dije a ser quien soy, a amar, a esperar, a decir la verdad, a emborracharme cuando me quiero emborrachar, a hablarle cuando le quiero hablar, así mis amigos me digan que cuide mi dignidad. 

Si todos viviéramos con el sí tildado, no habría por qué andar calculando. Calculando saludos, palabras, paces, guerras, movimientos, invitaciones, canciones, pasos, planes, venganzas, cárceles ni penas. Mucho menos esperar a que el bendito tiempo nos dé la razón o la culpa. Y si nos enamoramos, chévere. Y si no, también. Y si hacemos la paz, por supuesto. Y si no, ni pensarlo. 





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