miércoles, 21 de mayo de 2014

La democracia y el pudor

La arena política en la que me muevo son mis almuerzos familiares. Especialmente en épocas de elecciones, siempre hay alguien que toma las riendas de la dinámica y hace la pregunta imprescindible: “¿Por quién van a votar?” Yo, que llevo experimentando la mayoría de edad tan solo tres años, nunca me la tomé muy a pecho. Mi familia tiene todas las características para irradiar uribismo hasta en su forma de comer. Por esa razón, esta juvenil alma anti uribista prefirió siempre lavar la loza antes que ser parte de semejante conversación. Y yo odio lavar la loza.

Cuando hablan de la Ola Verde, de que los militantes no tenían cédula, lo dicen por mí.


O por destino o por voluntad o por inercia, hoy estoy más empapada de política de lo que alguna esperé. Siempre tengo algo qué decir, algo que contar, algo que leer. Por ejemplo: sé muy bien que la tragedia de Tumaco no se trató exactamente de “niños bomba”, como aseguraron los medios de comunicación más influyentes del país. Por esta razón, y teniendo en cuenta que el uribismo no es una fe ciega sino que cree a pesar de lo que ve, me he visto en la obligación de empezar a ser parte activa de las charlas políticas en mi casa.

Me he comenzado a ganar una reputación entre mis tíos y primos. Ahora todos saben que, cada vez que me animo a tomar la palabra, con mi ritmo pausado de hablar, voy a revelar datos que no transmiten en Caracol a las siete de la noche y que, exactamente por eso, todos se sorprenden y desconfían. Cuando lo que digo empieza a tener más sentido de lo que esperaban, sueltan una risa y deciden tumbar cada uno de mis argumentos con un solo tiro: “Pues yo amo a Uribe, así Manuela se carcoma, jájaja”. Y se acaba la conversación y yo me voy a lavar los platos.

Este país es como este texto: todo se trata de Álvaro Uribe Vélez. Va siendo hora de que lo superemos, honestamente. Estas elecciones huelen tanto a tinto a caballo, a tobogán con camiseta y a trabajar, trabajar y trabajar, que ya me da pereza saber qué más va a pasar. Inclusive, cada uno de los candidatos adquiere un valor siempre y cuando sea considerado en función del ex presidente ese.  



Pocos países han tenido una bandeja de candidatos tan preparados como la que se enfrenta hoy por la Presidencia de la República. Sin embargo, cuando me lancé al ruedo familiar, explicando por quién iba a votar, me saltaron encima diciendo que ése era un voto perdido. Y hoy, mi familia y toda Colombia, otra vez, ve el ejercicio de la democracia como un encuentro de uno contra uno nada más; en el que hay que votar para que alguien pierda en lugar de votar por el que más convenza. 

Antes de cada debate, Uribe peina a Zuluaga, le pone un poquito de gel y le dice: "Para mí ya eres un campeón". Santos se levanta cada mañana, se afeita y dice al espejo: "Hoy tampoco tengo ganas de debatir". En esa rutina llevamos casi tres meses y nos ha parecido suficiente. Esos dos candidatos nos hacen creer que madrugar el domingo a votar no va a ser en vano; que alguno de los dos va a salir ganando, y el país va a seguir andando. Lo triste es que no votamos por el peinado o por la calidad del afeitado: votamos por el uno porque nos cae peor el otro. 

Es mejor votar por Peñalosa porque es pinta, que votar por Clara porque le terminó a Uribe. ¿Me entienden? Colombia tiene un mal que aqueja cada una de sus dimensiones sociales, y es que no hacemos nada de frente. Coquetear, querer, odiar, volver y votar. Todo lo hacemos siempre sin dar la cara. Esta democracia nos da el derecho constitucional de amar y odiar a quien queramos, y también el privilegio de hacerlo sin ocultar nada.

Voten, sinvergüenzas. Voten sin vergüenza. Voten por el que quieran, no por el enemigo del que odian. Este país tan herido debería ya aprender a sentir dolor sin rencor; a cargar con su memoria sin que le tiemblen las rodillas, y a saber que hay cosas más graves que la lesión en la de Radamel. Hoy volvemos al mundial dieciséis años después, sin tener que sumar ni restar puntos ni goles. Y es que así es que se juega, al fútbol, a la ruleta, a la política y al amor: hagan lo que quieran, y háganlo sin pudor. 

3 comentarios:

  1. Solo me queda decir: aplausos! pero no votes por Clara

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  2. Llevo días intentando escribir, pero tengo un bloqueo muy grande, tengo tantas ideas que no sé por dónde empezar, y entonces te leo, carajo Manuela, eres mi amor platónic, me encanta que entiendas que este amor por el periodismo es más grande que el universo.

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  3. Pst: http://deliriosfilosoficos.blogspot.com/2014/05/del-abstencionismo-de-mierda-y-la.html Ahí te dejo.

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