lunes, 5 de junio de 2017

Para Facha

Era una optimista incansable. Nunca dudé de que Colombia iba a clasificar al mundial, por ejemplo, ni siquiera cuando íbamos perdiendo 3 - 0 en Barranquilla, contra Chile. La vida no solía quedarme mal, porque el partido solo se acaba cuando se acaba. Falcao marcó el segundo penal y miré a mis amigos como quien dice "siempre lo supe", aunque no lo supiera. Esperaba hasta el minuto 94. Más que fe, le tuve paciencia a la vida, dándole siempre la segunda oportunidad para explicarse, el beneficio de la duda para reivindicarse. Todo siempre iba a estar bien, al final. A cada quien le llegaba solo lo que se merecía o lo que podía soportar, para crecer, hacerse más fuerte, ejercitar los músculos, cicatrizar, resignificar y sacar callo. Y no. La vida entera es inexplicable. Injusta. A las personas más buenas las lleva por caminos trágicos y dolorosos. Inmerecidos. Lo difícil, lo que hoy parece imposible, para lo que hoy pocas fuerzas nos quedan, es hacer aún más injusta esta perra vida. Llevar a cabo actos de bondad inverosímiles. Que nadie se explique. Hacerlos y hacerlos. Confundir a la humanidad perversa, con amor. Con puro, desconocido, desinteresado e impetuoso amor. Y lo vamos a hacer, cuando estemos mejor. Se jodieron. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario