martes, 13 de noviembre de 2012

Talento de TV


Una vez más, Colombia entra optimista en discusiones con la guerrilla de las FARC, en búsqueda del fin del conflicto y de que el país conozca, por fin, la paz. El gobierno del presidente Santos acertadamente estructuró un proceso de diálogo que cuenta con características que evitarán problemas que se presentaron en las discusiones pasadas. Desde la Federación Nacional de Cafeteros hasta la Unión Europea fue apoyado el proceso. Sin embargo, personajes como Fernando Vallejo, el procurador Ordoñez y el ex presidente Uribe aún se muestran escépticos, al igual que la mayoría de los colombianos que –ocasionalmente- lo admite. La desconfianza frente al grupo armado insurgente y el supuesto error de negociar con terroristas son los principales pilares de la apatía de cara a lo que podría terminar con el conflicto que ha desangrado al país por décadas.

De la misma manera en la los diálogos no son iguales a como lo fueron hace doceaños, los colombianos expectantes tampoco han de serlo. Las FARC no llegaron a Oslo ni llegarán a La Habana a aceptar culpas y disponerse enteramente a la agenda de las negociaciones. Los diálogos de paz representan -otra vez- la oportunidad perfecta para que los guerrilleros, esta vez vestidos de civil, manejen la opinión pública a su antojo.  Esto no anula las posibilidades de que el proceso termine con la paz, de igual manera no es razón para que el país se deje contagiar de la incredulidad de su ex presidente más reciente. Después de medio siglo, es hora de bajar las expectativas sobre las FARC y entender que los inocentes también tenemos trabajo por hacer en la construcción de la paz.

Uno de los acontecimientos que llevan a pensar esto fue el comportamiento de ‘Marco León Calarcá’ durante la instalación formal de los diálogos en Oslo, Noruega. Él quitó su nombre de la plaqueta que lo identificaba y puso el de ‘SimónTrinidad’ en su reemplazo. Sin duda alguna, este hecho trasciende el simbolismo para alcanzar un valor de manipulación sobre los medios de comunicación y la opinión pública. Las FARC aprovecharán, otra vez, la presencia de cámaras para dar una imagen de fuerza beligerante en contra del Estado colombiano.

Iván Márquez en su discurso dijo que el conflicto en Colombia “se trata de una acumulación por disposición, cuya más reciente referencia habla de 8 millones de hectáreas arrebatadas a sangre y fuego, a través de masacres paramilitares, fosas comunes, desapariciones y desplazamientos forzosos; crímenes de lesa humanidad acentuados durante los 8 años de gobierno de Uribe. Todos ellos componentes del terrorismo de Estado”.  Las FARC se declaran inocentes y ajenas a cualquier tipo de crimen que se cometa en el país, lugar donde se sabe muy bien que la verdad traza todo lo contrario.

De esta manera, hay quienes, naturalmente, han llegado a mostrarse pesimistas frente al futuro de las negociaciones. Entre ellos está el presidente de la Cámara, el representante Augusto Posada, que asegura que las FARC no tienen voluntad para la paz. Afirmó también que el interés de las FARC es hacer ‘show mediático’, pues saben que podría funcionar tan bien como en situaciones anteriores. Además, si las FARC siguen dando la misma clase de discursos que dieron en Oslo, de acuerdo con Antonio Navarro Wolf, insistirán en que son una fuerza beligerante. “Esto significa que están en condiciones de igualdad con el Gobierno”, dijo Navarro. En condiciones de igualdad para los medios y para la opinión pública, que serán los objetivos de cada uno de los mensajes de las FARC, dejando en un segundo plano la búsqueda de la paz.

Piedad Córdoba, en cambio, asegura que no se trata de ninguna estrategia mediática sino que –al contrario- es parte normal de la agenda de negociaciones. Los argumentos presentados por las FARC son igualmente válidos y caben de la misma manera en el contexto del proceso de paz, asegura. No obstante, basta con volver a escuchar el discurso de Iván Márquez en Oslo para darse cuenta de que parece un discurso del siglo pasado, sacado de un cajón polvoriento solamente para tocar las fibras de aquellos que creen que esa es la ideología que sostiene a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia hoy.

Las FARC aprovechan y seguirán aprovechando esta oportunidad para lucir su talento de televisión. Darán discursos utópicos sobre el marxismo, el supuesto Estado terrorista que tiene Colombia y “la tierra para el que la trabaja”. Los colombianos no tienen razones para creer que harán algo distinto y mucho menos para cerrarse ante las posibilidades de este proceso de paz por esta razón. Así como Simón Gaviria lo afirmó, no es momento para que las FARC intenten persuadir a los colombianos y tampoco para que nos dejemos convencer. 

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